Soy jardinero del tiempo.

Siembro minutos 

para recoger horas

que arrastran besos, dolor y risas;

también planto sueños 

y riego mis días.

Cada mañana, al salir el sol,

corto ramos de palabras

que al juntarlas,

se convierten en poemas.

 

En el cobertizo de mis quimeras,

donde guardo rastrillo, pluma y pala,

no existe el tiempo

y los relojes señalan siempre las doce.

En ese mundo huérfano de espejos,

conservo caricias que nunca dibujé,

versos que solo recité para mí,

las calles que no podré pisar,

el sabor imaginado de tu piel.

 

Maldigo no tener alas por brazos

y sí raíces profundas y gruesas,

impidiéndome cultivar el cielo

donde recoger la rosa que cauterice 

las cuchilladas que da el reloj. 

Pero, a veces, 

también tengo miradas cerca 

que al ver los surcos de mis manos, 

las agarran mientras al oído me piden

no sangrar más con esas espinas

que ahogan la imaginación.

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Photo by juliofromero