Estos poemas

un día mirarán a los ojos

del fuego ( digital o real)

que los consumirá. 

Arderán hasta ser cenizas

y después motas de polvo,

y después aire,

y después nada.

Cuando ya sean nada,

vendrá un muchacho 

de ojos oscuros y piel trigueña

que querrá escribir que las olas existen

mientras se bañan en lágrimas de mar,

que se enamora de las noches sin luna

cuando en soledad camina por la acera.

Será un poeta sin firma, 

nadie lo leerá;

nunca se oirá la voz con la que rompe el silencio,

hasta que un día sus poemas,

ante los ojos de otro fuego ( digital o real ) 

acaben por ser cenizas, polvo, aire

y nada.