Estoy sola por primera vez desde que mamá me despertó hoy. Todas se fueron, no sé a dónde, primas, tías y mi hermana mayor Supriya… ¡cómo la odio! Es la culpable de lo que me pasa, de estar con estas ropas que me aprietan. No quiero que avance la mañana y llegue la hora de la ceremonia. Mi único deseo era celebrar mis once años con mis amigas, yo no quería casarme.

Tuve pesadillas anoche, sudé y lloré; lloré mucho. Pero las primas no contuvieron sus risas al ver mis sábanas mojadas. Mañana sí que las mojarás, dijeron, y no supe por qué. Me duele aquí abajo, algo parece que me quema por dentro y tengo miedo, nunca había tenido este dolor aunque mi amiga Nirali me contó que ella sintió un hierro candente dentro de su cuerpo el día que empezó a sangrar. Yo también sangré aquel día. Fue después, cuando llegué a casa con la ropa rota y mamá lo vio, aunque entonces solo me ardía por fuera y no por dentro, como ahora. Mamá me ha dicho que sería mejor ser ya mujer y darle un hijo varón. Pero yo no quiero. No quiero este dolor ni el que me volverá a producir Naraka. No quiero a Naraka, lo odio y nadie me escucha, a todos les parece bien nuestra boda. 

Las lágrimas habían enrojecieron mis ojos, pero la tía Ishara los lavó con camomila. Anoche nadie oía mi llanto, mi hermana y primas lo tapaban con las canciones anticipo de la fiesta de hoy. Quiero abrazarme a mamá, no soltarme de ella como cuando era pequeña, porque estoy aterrada. Ya lo estaba desde hacía muchos días, desde que Supriya llegó a casa y me dijo, tras hablar con papá, que estaba todo arreglado, que me casaría con el viejo Naraka. Todos acabaron contentos, muchísimo; todos menos yo que no entendía por qué le habían convencido para ser su esposa después de lo que me hizo.

No me gustan los hombres, ninguno, no me gusta ni cómo huele papá, sus manos son ásperas y me pincha al besarme, no como tía Ishara que me quiere de verdad ¡Me siento fresca y limpia cuando ella roza su cara contra la mía! Hace un rato me dijo que antes de darme cuenta, todo habría pasado, y me llenó de besos al tiempo que lloraba. Yo también lloré y mamá se enfadó con nosotras. Discutieron y por eso salieron todas del dormitorio de papá y mamá adonde me habían llevado.

Al principio, cuando me lavaron con esponjas y me perfumaron —¿será por eso este dolor que cada vez siento más fuerte?— estaba contenta. Pero el miedo volvió cuando con cánticos tristes y antiguos me fueron poniendo la blusa y la enagua, y mucho más tras envolverme con el sari rosa y naranja cargado de piedrecitas brillantes que tanto me oprime. Sobre todo en la tripa, que parece estar hinchada. ¿Qué haré cuando esta noche estemos solos Naraka y yo? ¿Me sujetará como la otra vez? ¿Me dirá que me esté quieta y me pegará para que lo haga? Cuando con Nirali y las otras amigas de la escuela hablábamos sobre estar con un hombre, algunas decían que era doloroso, otras que también se sentían cosquillas y querías más. Pero ellas no saben lo que se siente. Yo sí, y no hay nada peor que aquel aliento ácido en mi boca, o las ganas de orinar pero sin poder hacerlo porque hay algo que lo impide. La segunda vez que lo vi, aún cuando mi cabeza miró al suelo todo el tiempo, de reojo pude ver las dos bolas de fuego de sus ojos entremedias de las arrugas en pómulos y frente, rematado todo por los abundantes pelos hirsutos y canosos de su barba. Me da asco. No habló nada conmigo, apenas me miró. Solo con papá lo hizo, y de cosas que no entendía, mientras mamá únicamente abría los labios para decir sí. Cuando lo supo la tía Ishara, preguntó a mamá por qué lo hacían, y ella contestó que tras lo que había ocurrido, ningún otro querría ser mi esposo. Yo quiero mucho a mamá pero no a Supriya, que es quien convenció a papá de aceptar el trato con Naraka. ¿Aquella tarde me tomaría por eso? Temo volver a sentir lo de la otra vez cuando esté dentro de mí.

Supriya me ha aplicado aceite y perfume mientras me decía que así no me dolería. Al hacerlo, aún no tenía este pinchazo interno. Cuando entre mamá, se lo diré y ella sabrá que hacer. No quiero irme con él. No, no…

Al doblarme por la cintura a causa del dolor, lo he visto. Es como una gota que creciera cada vez que miro la ingle. Es roja y empieza a escurrirse hacia abajo del muslo. 

Ha entrado mamá con mi hermana y enseguida me han desnudado para quitarme lo manchado y para secarme. Están muy asustadas, dicen que así no me puedo casar, soy impura y no puedo tocar nada, menos a mi marido. Han llamado a papá y, cuando me ha visto, me ha mirado con ojos de odio y ha dicho que lo aplazaría solo tres días. Yo empiezo a estar contenta, el dolor no me importa, ojalá no deje de sangrar nunca.

          ****

( incluido en el libro de relatos: Hojas Incendiarias.)