Te has olvidado de ser niño. Ya no dejas que se te moje el pelo bajo la lluvia mientras saltas descubriendo la libertad.
Ahora te echas laca o gomina. Te importa demasiado cómo vas peinado. Que tu pelo no pierda volumen ni gracia. No dejas que nadie te descubra nada nuevo, no haces preguntas obvias ni preguntas con trampa.
Ya no te fijas en los detalles. Cuidas mucho las palabras. Demasiado. Cuidas las palabras y no a la gente. Ya no das abrazos espontáneos. Ni besos. Te has olvidado de besar. De las mariposas. De la inocencia. De flirtear con tus amigos antes de cualquier fiesta. Te has olvidado de cerrar los ojos cuando esa persona te mira, de quedarte sin habla y tartamudear hasta el fin.
Has perdido la ilusión por todo. Como la de mis amigos cuando les empezó a salir barba, o ellas, cuando supieron que podrían con todo.
Has olvidado la niñez y fue lo mejor, reconócelo.
Vuelve a ser niño, caray.
Rómpete los pantalones, llega rebozado de barro, mánchate de chocolate, hazte tatuajes de mentira, presume, mánchate de plastilina, lee cuentos fantásticos, imagina que eres Légolas luchando contra orcos, saca las espadas, usa tu imaginación, sé cualquier niño de algún cuadro de Albert Anker y vive.
Vive con excesos, sin normas, sin horarios, grita, grita más fuerte. Y canta. Baila. Baila como te dé la gana. La vida es demasiado corta para hacer lo que hacemos. Para ser así.