Duelen los verbos que nunca dijimos,
golondrinas que deambulan sin cielo,
sirenas mudas que cantan a las estrellas,
resabios que escuecen el alma.
Los andamios de la soledad son andares míos.
Mejor ensayemos a querernos para no morir
y besémonos hasta quedarnos secos.
Grita en el desierto tus silencios,
quema el poema que soñamos juntos.
Que arda el deseo en la tarde gris
mientras el sol intimidado por tu fuego
murmura nostalgias de otro tiempo.
El corazón madura en invierno
a fuerza de soledades y frío.
Cae la lluvia como manantial dolido.
Y un rayo se abre camino a tu centro.