En el escarpe de un alma con asideros
erguidas con la sangre que convoca vida
ondean esperanzas que crecen al sol
y anuncian horizontes solidarios con luna,
ante el inminente desbarranco en el vacío.
Se sosiegan los sentidos ante el recuerdo
de la irrepetible luz que prodiga tu desnudez
como faro que orienta al amor desolado,
y el vértigo irremediable que deja el olvido
enmudece ante el preludio de tus caricias
que presagian primaveras en mis jardines.
Palpita la humildad que rechaza las alturas
y antes de que se instale aire en la cabeza
se esconde en la fisura de un poema olvidado.
Florece vida en los humedales de tus labios
que avivan el fuego de hogueras ralas
y celebran la lluvia que prodiga un Dios sabio
sabedor que los rastrojos hostigan el paisaje.
Tu piel es un fértil valle donde nacen mis versos
y mis manos de hortelano despejan sus abrojos.
En los accidentes de un alma sosegada
habita un corazón pertrechado en su fuego
que despliega ráfagas fraternales de locura.
Se avistan huellas de tiempos agitados
con memorias que se crecen al desamparo
de los cascajos que deja la ignominia
y el infortunio que se acopia en los arrabales.
Con la algarabía de un poema en cierne
y el corazón insomne de contertulio
los tinteros se engalanan porque vienes
convocando algarabías imperecederas y maduras
como frutos sin tiempo y sin resabios.
Vienes aparejada a un verano sin remilgos
divorciada del hartazgo de esperar el porvenir
sin más pertrechos que los necesarios contra el desamor
haz decidido no posponer la irrecuperable vida.
Tus gestos renovados pueblan el sendero del ojalá
que anuncian caricias que reconstruyen y vivifican,
sobre escombros renovados que sueñan un nunca más
y nos alejan de las intenciones aviesas de la infamia
Ven, te espero siempre en los umbrales del alma
para reinventar la vigencia de los anhelos y la utopía,
aquella que las plumas accidentadas creen que ya murió
y peor aún, las almas exiguas piensan que nunca ha existido.