No hay cronología ni porvenir.
Tampoco hay sitio donde ocultarse,
el enemigo no pasará sin vernos
habrá que estar preparados.
Y no bajar los brazos,
lo único prohibido es rendirse.
Las bestias eran más románticas,
era más terso soñar que volvían los dragones
y los saurios.
Los hombres del futuro serán
diestros y, siniestros…
Sabe Dios si más sabios…
Utopía; Moro dixit.
Y Quevedo le replicaría.
El vértigo réplica lo innecesario,
espectros (des)conocidos y vivos
Aushwitz, el S-11, el Congo, el coronavirus.
Es una vergüenza dosificar los besos
Y no postergar el olvido.
La inminente ruptura de la razón
por temor a lo desconocido.
Y un mercado común, loco y ávido
que tiene más de loco que de común.
Y nada ingrávido, nos vende máscaras
sin escondite donde ocultarnos.
La nostalgia vuelve a ser patrimonio
y el extravío punto de partida.
La duda de desvivir lo sucesivo
alienta la expectativa.
Aún recuerdo algunas dichas promisorias.
Es curioso el ayer y sus trivialidades
pero siempre hubo futuro en él…
Y construimos vidas sin historia.
Mis esperanzas no creen en viajes espaciales
aunque prometan escenarios inimaginables.
Las ruinas son emocionales y pedestres
con tanto embate en las redes (in)sociales,
aunque la muerte siga siendo involuntaria.
Y las elegías, hermosas si son para otros;
como la del poeta que luchó contra la estupidez.
Y es escasamente recordado.
No hay tiempo para remembranzas,
nos acicatea el futuro que no sabemos.
Y nos alcanza nuestro propio olvido.
A pesar de sus imperfecciones, impurezas y adherencias
sospecho que mi alma es parcamente blanca de tanta luna
y de tanto beber páginas con su silencio imperturbable;
densa de tanto soñar palabras insolentes, importunas
que sueñan luz, como las lámparas.
Tiene casilleros como biblioteca centenaria
Y conmemora los besos cálidos y, los fieros
de manera indistinta y con particulares algarabías.
He construido una madriguera instintiva
con las técnicas de los hombres, sin desanimalizarme,
para ello tengo la poesía.
Preciso de mi contigua, como mengana preferida
como huella, como estrella y como costilla.
para ya; que el luego y el quizá, desdibujan mis utopías.
Mi prójima íntimamente próxima, para construir futuro
sin dudas ni miedos.
Aunque el mundo tenga sus nuevas y antiguas cronologías.