( I )

La lluvia canta con orquesta de grillos.
Un rayo parte el horizonte adolorido.
Las estrellas lloran de saberse en el vacío.
Y bardos taciturnos se encaminan al olvido.

Si tus versos apacientan mis latidos,
crece sola la esperanza sin premura.
Yo la bebo de la noche y tus gemidos
que desvelan las estrellas y la luna.

Solitarios que resguardan sus dudas
en el pecho con los sueños henchidos.
Un insomnio dejarán las hambrunas,

del desamor que acompaña al hastío.
Y el sueño eterno de los proscritos
pernoctará mil veces en mi desvarío.

                  ( II ) 

Un estigma heredado de cuna
marca la ingle de los bardos,
cicatrices que no tienen cura
se alivian al paso de tus labios.

Duele la soledad que se apersona.
Y el rodar cuesta arriba de este canto,
va siempre tras el sosiego de la luna
que nos llena el alma de inventarios.

Duele más que su ausencia inoportuna
los sueños en destierro y libertarios.
Alzo el canto solidario con sus plumas

despojadas de rescoldos y resabios,
que nos marcan el alma, terca y bruna
como besos ignorados por agravios.

Ya no puede el canto de mi pluma
y el verso triste que la embarga,
el llanto, y la pena que le abruma
duele tanto como tu ausencia larga.

Es ingrato el deseo sin sosiego,
marca el ceño como duda grave.
El destierro que sufren los apegos
se apacienta en donde nadie sabe.

La nostalgia nos trastoca cada día,
los pájaros se olvidan de mi calle.
Muere al alba sin nacer la vida.

El desierto que nos puebla ansía
que muera el miedo que nos invade.
para que vuelvas a colmar mis días.

                     ( III )

Un desierto es mi cama sin tu talle.
Nada teme el que nada sabe.
La ignorancia es un dolor que se propaga
y el testimonio es una cuota infame.

Nos ataca en las soledades,
que cumplen siglos en el cielo grave.
Tenemos que encender la llama
Si hemos de quemar las naves.

Quién no aprende en la calma
lleva huracanes y tempestades,
adentro, muy adentro del alma,
en donde habitan las soledades.

Me voy sin trastocar el habla
que hoy invoca tu aire suave.
Hay versos que arden y cantan
en El Camino de los trashumantes.

En el sendero de los desgarros
transitan penas que nadie sabe.
Las prisas y los sueños, al cabo
son malabarismos inalcanzables.