En el territorio de la poesía hace mucho frío, hace tiempo que los dragones no incendian sus yermos.
Los trashumantes bordean los accidentes del desvelo y sus fronteras, porque los verbos indomables suelen ser dolorosos y nadie apuesta por riesgos con heridas emocionales.
Nadie apacienta rayos porque el fuego quema y su huella es insoportable.
Sumergidos en una soledad con máscara de quietud, vivimos resignados y en las sombras, sin sospechar que deambulamos ciegos al borde del abismo.
Nada brota de lo profundo con estrépito y orgullo, es más cómodo ahorrarse dificultades y crítica. No hay frase articulada que entretenga más allá de su preludio y que no muera después de su inauguración por desenvoltura enfermiza.
Los innovadores peregrinos temen a los filos de la forma, alejándose del laberinto con argumentos tibios, merodeando entre proclamas de nuevas tendencias, maquilladas de progresistas presunciones con verdades graves.
No hay insurrección ni formas adversas, la lectura hostil alborota, genera medios para opinar, no es para los mansos. Y es imprescindible que permanezcamos quietos y en el redil.
La gracia del poema está pasando de moda, su autonomía implica el acopio de todo el lenguaje posible y nadie necesita fatigas.
No se trata de sonidos melosos o rimas rimbombantes, la poesía puede sacudir la modorra con giros inesperados que tuerzan el idioma hasta que verdaderamente suenen sus intenciones de metamorfosis libre.
El poema es la posibilidad misma de vivificar las palabras y reunirlas todas en coloquio congregado contra la indolencia y la dejadez, se necesitan transgresores de esta paz inocua, estéril y marchita.
La poesía suele ser peligrosa porque desnuda verdades reveladas sin absolutos, su combustión puede alumbrar arrabales oscuros, en ella cabe la tristeza más inabarcable, pero también puede calentar el debate anémico y desolado del caos en cierne. Más allá de animosidades llanas vive en la cuna de la luna a la que cantan los poetas, y en el hito exacto de bajo vientre, amén de la luz con que alborotan las musas, las plumas insurrectas y sus claridades, de la que nadie te despojará de su pertenencia ni reclamará potestades falsas. Su embrión primario te pertenece. En tanto no abandones la búsqueda ni temas a sus implicaciones, como si del verbo amar se tratara.
En la desnudez absoluta de la palabra caben todas las aspiraciones y los sueños que añoran cielos, y las nubes gustan de las semillas nacientes.
Así, contigo, entre lunas y voluntades sin desgarros, germina la poesía soterrada que parirá vida para poblar los territorios yermos, donde el aire rumorea que han vuelto los dragones.