No acepto que nuestros brazos tristes
no sepan con lazos unir lo que está roto
que nuestros ojos no sepan mirar lo mismo
que los huesos cálidos y amorosos
no sientan la piel-senda, que un día fue
camino abierto a un corazón harto de latir.
No concibo como nuestros labios censuraron
los vocablos más ciertos que se hacían versos
a veces duele cuando tengo que llorar por nosotros
y no tengo un río limpio para lavar mi culpa
al perdón en desuso le erigimos un monumento
en el desierto del ego.
La mar golpea a la tierra como si sus olas fueran acicates
grita para que veamos la ternura del agua y la verdad del sol
si mi corazón no estuviera indispuesto aprendería del desamparo
y no tendría miedo al desasosiego que provoca tu ausencia
confesaría sus soledades a la página huérfana de latidos
plana a pisotones y plagada de escritos mercantilistas
haría acopio de las palabras que se quedaron en el olvido
a la espera del insomne que las reclama de compañía
removería de los escombros las voces proscritas
hasta hacer con ellas un amasijo que alimentara como trigo
y que los pájaros-sueños, volvieran del exilio a sus nidos
batiendo vigorosos sus alas sin el temor oscuro,
que invade la vida y ellos intuyen en éxodo prematuro.
No desdeñaré la esperanza que trae el futuro contigo
aquí estoy humilde y dispuesto a mostrar mis abismos
vacío y desnudo, mordiendo el dolor y escribiendo en los muros.