Tengo sábanas rotas para las lágrimas,
un vademécum para nombrar el dolor,
paradigmas para las plumas en veda
y bozales de fuego contra la rabia.
Labia de sabios que no dice nada,
agravios de una paz que no se firmó,
rosarios con nudos en collares de perlas
y muros para desgarros del alma.
Esta cárcel me duele, con tanto dolor
que el aliento amargo vomita fuego.
Birkenau, es una daga clavada en el pecho.
La leyenda perdida del viejo dragón,
es una quimera que busca consuelo.
Y Auschwitz, es una herida perenne del cielo.