Hay hogueras eternas que nos queman
las hambres y desdichas antiguas,
también hay latidos que descubren
un alma en ciernes con lazos insospechados
y un corazón insomne que se rebela al desamor.
Hay manchas de alquitrán
que quieren ocupar el lugar de la esperanza,
madrugadas que nos muerden la yugular
y los sueños, como un absurdo inevitable.
Hay manías que te colman de vida para no llorar de soledades.
Hay abrazos que nos aprietan el corazón
hasta donde el respiro te vuelve vulnerable,
hay corajes que extienden las manos del perdón
en vez del puño del desquite.
Entonces el sístole siente un alivio
llegado del ínfimo respiro de su diástole vigía.
Fijamos la mirada en la página desierta
que reclama una historia de reserva
un intento de fuga, a los vértigos de la luna.
Hay desaciertos que nos muerden los labios
para llorar sin nubes que disimulan con su aporte
cuando los sosiegos llegan oportunos y necesarios.
Hay reposos del corazón que no son indolencias
Sí; apuestas, al silencio con su sabiduría precisa e inapelable.