Tendrías que leer mis vísceras para entender por qué,
te quiero sin remedio,
por qué te abrazo y me abraso en medio del incendio,
por qué duele y no tiene respuesta mi ¿por qué?…
Si el corazón palpita o vibra ya no sé,
sólo sé que es un palomar en éxodo, grave y bello.
¿Por qué mi verbo se volvió grave y serio?
Si las lunas mudas transfiguran el misterio.
Y las musas clandestinas empujan siempre al fuego.
No es mi verdad, es según los griegos:
Si lees mis vísceras, entenderás mi futuro…
Y seguro sabrás, que no estoy muerto,
¡ábreme el pecho!
verás que palpita, te guarda, te aprende y te lleva dentro.
Nigromante que platica sin rescoldos con los muertos,
con la labia y el credo de los viejos.
¡Ábreme más adentro!
No te entretengas si topas con un lamento,
sigue hurgando en mis entrañas;
territorio inédito, insolente, insano, seco,
busca en sus recodos violetas y dolientes,
el verde que florece de contento,
entre venas de rojo estrepitoso, en sino turbulento, insurrecto,
el fluir de la vida; inconcluso, imperfecto,
un espíritu luchando entre ríos de cieno,
desfachatado, impasible, atrevido, sereno,
enemigo del frío, diletante al vuelo.
Nigromante, que dimite de la muerte y sus entuertos.
Y muestra sus vísceras confesas en los versos.