Padres adoptivos a perpetuidad de la esperanza,
combatientes endémicos de la tristeza y sus filiales,
desvelados por las volutas de nostalgias
entre insomnios de humedades incontables.
Naúfragos a flote presuntuosos de su iceberg,
compases a destiempo y su memoria recurrente,
huellas en la partitura ardiente del corazón
los acompañan en búsqueda vivificante,
con el sístole y el diástole reiterados en su afán
diletantes que subsisten para que perviva lo impensable.
La soledad que se afinca sin permiso
en parcelas reservadas para los notables,
Y el verso por la gracia de la novia más querida y entrañable
son el sino redentor de los accidentes que los simbolizan.
Cofrades anónimos de los olvidados.
Herederos anémicos de la herencia anímica de los Incesantes,
último recurso de la metáfora que convoca futuro,
conjuro inmemorial de quimeras no triviales,
que se tutean con las palabras oxidadas
para exhibirlas orgullosos en días de fiesta y verbena.
Con las venas cuajadas de espesuras graves
vocablos convocantes de argucias sin dolo
para alentar siempre las conciencias libres
y repoblar de latidos la vida inerte,
azolvada de estulticia y ensalmos baratos
vértigo que precisa desterrar el olvido
en la letra anónima de los poetas non gratus.