No hay fórmulas ni procedimientos para que la palabra explote con la revelación de la esperanza y la atrocidad de la alegría.
Nada es más eficaz que tu luz, tus pasos y su cadencia sin dolo sobre el aire vulnerado, toda tú invadiendo mis sentidos, tu mirada sonriente traspasando las páginas desiertas y sin latidos, los recuerdos que se cuelan en las grietas de la espera que te sabe y apacienta mis rayos.
El estruendo del corazón y sus olas que invocan vida, para arrebatarle el pulso a las sábanas acariciadas por tu risa sin alarmas y tu talle sin complejos.
Ningún protocolo resulta más eficaz que tenerte, saberte una patria dispuesta entre mis manos, un territorio donde florece la promesa que fuímos.
Y donde la esperanza apacentó luz sobre el baldío nostálgico de tu vientre que amo.
La tarde cómplice sosiega los rumores del pecho en estampida.
Y el ocaso se apaga para dejar su huella en las nubes que lloran.