La palabra-llave de la puerta,
de ésta página guarida,
no es un camino sin retorno
con destino de planicie desierta,
ni un paraje helado en invierno.
Es convocatoria de vida…
plena, invadida a fuego lento.

Frontera sin corazas del ego
donde nos descubre el fuego,
ante el súbito y vértigo anónimo
de saberme a solas contigo,
en cálido e íntimo diálogo
persuadiendo tu cuerpo-abrigo
debajo de unos trapos viejos.

Sacude inmisericorde como espasmo
la palabra colmada e inminente,
celebración fiel de los milagros,
símil al remanso de tu vientre,
sosiego infalible de mis tempestades,
resquicio de vida que olvidamos
entre el vacío, la rutina y las soledades.

Quisiera desnudar tu alma.
Y encontrar mi comunión,
en los latidos de tu corazón.
No quiero ser el sol que rompe el alba,
en un cielo sin alcance / un atajo sin salida,
solo quiero dejarte las palabras,
en el último trance / porque no puedo darte la vida.