En Belenus algunos años después

Fuimos despertados de la suspensión por PADRE. El motivo fue la localización de una señal binaria que, en principio, creímos de auxilio. Descubrimos que PADRE había cambiado el rumbo de manera autónoma y nos había llevado al sistema extrasolar Epsilon YIII, fuera de los límites de la navegación estelar, más o menos allá por donde comenzó el Big Bang. El capitán Texas y el oficial científico Cash nos convencieron a todos los demás para descender al lugar de dónde procedía la señal, una luna que orbitaba sobre un planeta gigantesco.

El capitán Texas y los oficiales Kent y Lamberti bajaron a la superficie en misión exploratoria. Alucinaron en colores al descubrir lo que parecía ser una nave alienígena varada. En su interior pudieron observar un descomunal y grotesco esqueleto, lo único que quedaba de su piloto. También había un vivero con unos extraños huevos que creyeron en estado latente. Lamberti, con la curiosidad que siempre le caracterizó, se acercó a fisgonear en el criadero. De repente, uno de los huevos eclosionó. De él salió una criatura parecida a una araña gigante con cola. La muy desgraciada quedó adherida a la cara del oficial que, del susto, acabó subido en los brazos del capitán Texas.  Este, con la ayuda del oficial Kent, intentó quitársela por todos los medios, pero fue imposible. Para evitar daños mayores decidieron traerlo de vuelta a la nave con el bicho en la cara incluido. 

Mientras tanto, yo, que andaba con la mosca en la oreja, ordené a PADRE que decodificara la señal de manera pormenorizada para estudiarla mejor. Gracias a mi perspicacia descubrí que había gato encerrado: se trataba de una advertencia y no de una petición de socorro. Algún grandísimo BIIIIP había manipulado a PADRE para que nos llevara derechitos la boca del lobo, gastándonos la BIIIP del siglo.

Como oficial al mando de la nave, cuando volvieron los exploradores, activé el protocolo de cuarentena a fin de proteger a la Nostramo y su tripulación. Pero Cash, el BIIP de BIIP del oficial científico, desobedeció mi orden y les dejó entrar a la nave. Más tarde descubrimos que en realidad no era un ser humano sino un androide traicionero al que acabamos dando su merecido. Pero volvamos al tema principal, que no me quiero liar.

Enseguida llevamos a Lamberti a la unidad médica. Al día siguiente la criatura se desprendió de su cara de manera espontánea y pareció que habíamos sorteado la amenaza. Lamberti, todavía histérico por lo que le había pasado, no pudo evitar exclamar «¡BIIP! ¡BIIP! ¡BIIP! ¡Qué bicho más BIIP! ¡Menos mal que ahora ya no puede atacar, el BIIP de BIIP!», mientras lo remataba a pisotones como si se tratara de una simple cucaracha.

Pero todo eso no había sido más que el principio: dos días después, mientras comíamos, el pobre Lamberti, que parecía que todo le tenía que pasar a él, sufrió unas extrañas convulsiones. Su cuerpo explotó y de él salió una especie de engendro que huyó a toda prisa, refugiándose en las bodegas de la nave.

Dedujimos que la araña con cola tan solo era una forma vegetativa para introducir a la verdadera criatura en un huésped idóneo en el que iniciar su maduración. A partir de ese momento tratamos por todos los medios de localizar y eliminar al monstruo, que se desarrollaba y crecía a un ritmo frenético, ni que lo alimentáramos con colacao, al muy BIIIP.

Por desgracia, el monstruo aniquiló de manera espeluznante a todos mis compañeros en el transcurso de las siguientes horas. A que Kent y Montblanc se los zampó enteritos, no dejando ni rastro. A Bred lo despanzurró en menos que canta un gallo y cuando le llegó el turno al capitán Texas, como ya estaba saciado, lo mató limpiamente, de un certero golpetazo en la cabeza y ya no se lo pudo merendar. De modo que tan solo quedamos Jonás el gato y yo tratando de sobrevivir al ataque de la criatura.

Mi plan consiste en activar la secuencia de autodestrucción de la Nostramo para liquidar a nuestro enemigo —mis condolencias a los BIIP de BIIP de la Werth-Mukani Corporation, que van a perder como tropezientos mil millones de un plumazo—. Para cuando la nave se destruya Jonás y yo estaremos en la lanzadera Prometheus rumbo a la Tierra.  Después entraremos en suspensión y alcanzaremos la frontera dentro de unas veinticuatro mil horas espsilianas lo que viene a ser seis semanas terrícolas. Con un poco de suerte, la red me encontrará y despertaremos una vez en casa.

Llevaré conmigo esta grabación con la esperanza de que, si me sucediera algo que me impidiese contar estos hechos, lo aquí relatado sirva de advertencia para toda la humanidad: aquí fuera hay unos bichos que hacen mucha pupa.

Corto y cierro.

 

Soy Berg Smirnok. Han pasado veinte beleniaños desde que la teniente Ripli nos visitó a bordo de la lanzadera Prometheus y acabo de escuchar por enésima vez su fascinante historia. El encuentro con ella tuvo la virtud de trastocar unas cuantas vidas aquí en Belenus. Entre ellas la mía y la de mi hermana.

Desconozco si la teniente Ripli consiguió volver sana y salva a su planeta o se interpuso en su camino alguna tormenta galáctica. En mi fuero interno deseo que lo lograra. Es una gran «mujer» que entregó los mejores años de su vida al servicio de su país y de su raza. En el camino perdió a todos sus compañeros y ella misma casi perdió también la vida. Se merecía descansar de los viajes intergalácticos, rodeada de sus familiares y amigos y ser reconocida por sus muchos méritos, en su lejano planeta Tierra. ¡Larga vida a Ripli, allá dónde esté!

Jonás hubiera muerto ya de puro viejo de no ser por lo mucho que ha adelantado la ciencia en estos últimos años. Gracias a una nueva terapia biológica experimental ha conseguido rejuvenecer. Ahora mismo está en periodo de prueba, pero si funciona y no presenta efectos secundarios dignos de consideración, se hará extensible a los reptilianos y a otras razas de Belenus. Habremos conseguido dos propósitos, contribuir al bienestar de nuestros congéneres y disfrutar por más tiempo de nuestra querido y excepcional amigo. Hasta donde yo sé, es muy feliz entre nosotros, ya que se adaptó de maravilla a nuestro entorno a pesar de venir de un planeta tan lejano. Creo que agradeció de veras poder dejar de una vez la vida en el espacio, que no está hecha precisamente para gatos. Le encanta cazar a las pequeñas alimañas de Belenus y zampárselas tranquilamente bajo el sol, sobre todo en invierno.

Al principio, el coronel Quartich lo pasó mal por haber dejado que la teniente Ripli se le escapara delante de su hocico de reptil. Pese a ello, como tenía buenos contactos dentro del ejército, consiguió que se le echara tierra al asunto y pasados unos años logró su anhelado ascenso. Incluso tengo entendido que llegará a general antes de retirarse este mismo año. Sin embargo, dicen las malas lenguas que aquel incidente lo dejó tan escarmentado que desde entonces no quiere saber nada de temas espaciales. Prefiere marchitarse en la árida Actínia antes de encargarse de ninguna otra misión que implique riesgo, ni que sea remoto, de volver a tropezarse con extrabelenusinos.

La subinspectora Holt también tuvo que dar algunas explicaciones por su insólita conducta de aquella noche. Aunque se tuvo en cuenta su expediente inmaculado y en su defensa alegó enajenación mental transitoria por el estrés provocado por la incompetencia de su inmediato superior, el «ínclito» Próculo Tontinus. Al final, tras un largo tira y afloja, fue exonerada y rehabilitada en su cargo de subinspectora. La trasladaron a la comisaría central. Una vez allí, libre del yugo de Tontinus, pudo demostrar toda su valía y la ascendieron primero a inspectora y luego a comisaria, cargo en el que aún sigue.

También consiguió su propósito de convertirse en la esposa de Clark Humble, el único reptiliano que la apoyó contra viento y marea, además de mi hermana y yo mismo. Tuvieron dos niños guapísimos, dos reptilianitos que son toda una monada. La niña tiene los mismos ojitos zalameros que ella y el chico ha salido tan guapetón y fuerte como su padre. Como admirador incondicional, no puedo decir otra cosa: ¡Vivan las reptilianas valientes como la comisaria Holt! Nuestro planeta avanza gracias a gente como ella.

En cuanto al inspector Tontinus, él fue quien corrió peor suerte. Todo el fracaso de la misión recayó sobre su persona. Se tuvieron en cuenta todos los agravantes: ocultó de manera deliberada el hallazgo de la nave a sus superiores; actuó por su cuenta y riesgo; desobedeció de forma expresa el mandato del coronel Quartich y, por último, pero no menos importante, cometió con la por entonces subinspectora Holt un abuso de autoridad. Ni que decir tiene que todos los testigos estuvimos de acuerdo. A pesar de ello, tampoco le ocurrieron grandes desgracias. Ni siquiera fue depuesto. Pero la mala reputación le acompaña desde entonces y hay comentarios mofándose de su ineptitud hasta en los libros de primaria.

Cris y yo tuvimos un nuevo hermanito al que mis padres pusieron de nombre Fred. Tanto mi hermana como yo, todavía disfrutamos contándole los detalles de aquella aventura que cambió nuestras vidas. Ahora tiene más o menos la misma edad que tenía yo cuando ocurrió todo aquello y me doy cuenta de lo afortunado que fui al poderlo vivir en primera persona.

Cris es una reptiliana guapísima y ha cumplido con creces sus expectativas, ya que se ha convertido en la primera reptiliana policía de nuestra flota de naves. Holt, que la ha tomado bajo su protección, está encantada por la forma en la que está llevando su carrera.

Por mi parte, hace mucho que abandoné el juego de Zórtex. Sin embargo me siguen fascinando los temas tecnológicos, pero ahora me los tomo más en serio. Durante todo este último beleniaño me he dedicado a reconstruir la historia de la teniente para su divulgación. De hecho, está a punto de salir el audioesteroscope sobre la visita de la terrícola a Belenus, titulado Toda la verdad sobre el caso Ripli, en el que he sido el principal asesor. En el aspecto profesional también a mí me va bien. Estudié ingeniería aeroespacial y ahora trabajo como responsable del mantenimiento a bordo de las naves belenusinas que andan por ahí surcando los cielos en busca de otras civilizaciones y no os podéis imaginar la de aventuras os contaré muy pronto.

FIN

Ilustración original de Juanjo Ferrer para el libro editado por Desafíos Literarios