Hace ya tanto que conocí a Natsumi que me parece que fue en otra vida. Nos encontramos en la escuela de cocina y recuerdo que me causó una honda impresión. Ella era, ¿cómo decirlo?: tan adorablemente exótica… Y yo, por el contrario, tan poca cosa… Sin embargo, no le importó lo más mínimo. En seguida conectamos, a pesar de que yo era apenas un principiante cuando ella era ya una chef consumada.

Desde entonces fuimos inseparables y hasta entramos a trabajar en el mismo restaurante, El Samurai, en los alrededores del Retiro, uno de los restaurantes japoneses más antiguo de todo Madrid. ¡Seguro que lo conocen!

En realidad, a ella la llamaron unos meses antes que a mi, pero lo importante es que acabamos juntos ¡Hasta esa suerte tuve!

Aún no sé cuándo comencé a enamorarme de ella, tampoco cuándo ella se enamoró de mi. Lo cierto es que ocurrió así, sin más. Una noche en que salíamos muy tarde del servicio de cenas le dije:

—Oye, Natsumi, no me gusta que andes por ahí sola a estas horas de la noche. ¡No sé que haría si te ocurriera algo malo! ¿Quieres que te acompañe?

—Si así lo deseas… —aceptó ella de buen grado. Su voz en aquel momento me sonó angelical.

Aunque tardamos mucho en el trayecto, el tiempo se me pasó volando. Ya estaba muy entrada la madrugada cuando por fin llegamos. Entonces, ella me miró a los ojos con dulzura y me dijo en un susurro:

—Deberías quedarte esta noche. Vives muy lejos, mañana entramos temprano y necesitas descansar.

—Si es lo que quieres… —le respondí encantando ya que en el fondo era lo que más deseaba.

De aquella manera pasé la primera noche con ella. A esa siguieron muchas más. ¡Toda una vida compartida! Hasta que se ha marchado de una manera discreta y silenciosa, como siempre fue ella. Si bien nuestros hijos y nietos son una bendición, su mera presencia no me consuela en un momento tan doloroso. Acabo de depositar las cenizas del  amor de mi vida en aquel lugar tan especial para los dos, justo dónde ella me pidió cuando fue consciente de que su fin se aproximaba. Y ahora, en el breve camino de vuelta a casa, a nuestra casa, que sin ella que ya nunca más podrá ser mi hogar, he sentido que realizaba el recorrido más largo, triste y solitario de toda mi vida.

Photo by daniel.julia