En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado
que agoniza de olvido.
En mis manos enjutas
una flor marchita
y en mi pupila,
prendida, una lágrima.

Hoy, vestida de invierno
lanzo mi última música
para invocar aquella primavera
que pasó de largo
en busca de más fértiles riberas.

Supervivo a todos los naufragios
mas vivo a la deriva:
isla ignorada
en el centro de un mar
que no me entiende.
No ansío ya ninguna playa.

Ya escribí mi última página.
Soy más vieja que mis años, que
el dolor envejece más que el tiempo.
No lloréis por mí:
cuando muere un poeta
no pasa nada…