Julián Contreras Maldonado, así se llamaba él, el”Juli” como era comúnmente más conocido, era pequeño y bastante feo, una cosilla que dirían algunos.Su infancia había sido dura y detestable, llena de maltratos abusos y risas, hasta que un día hizo un pequeño atillo de trapos, e igual que en las películas, atado en un palo al hombro comenzó a caminar para alejarse de todo aquel dolor. Ahora había regresado y su aspecto era todo lo contrario, hasta el punto de ser difícilmente reconocible, elegante, y con un aspecto muy cuidado, a veces parecía incluso alto, además había descubierto su don y lo había sabido explotar.
Pero lo que no había desaparecido era su odio hacia aquel malnacido,un odio que había alimentado cada minuto y segundo de cada año que había pasado y era hora de cobrarse su deuda y buscar esa paz maldita que siempre le reportaba su trabajo.
Los carnavales estaban próximos, y eso iba a ser ideal para acercarse lo suficiente y hacer su obra, ¿quién lo iba a esperar después de tantos años?, ¿quien se iba acordar de aquel miserable chiquillo evaporado en el tiempo?, y al Manolo le encantaban los carnavales, le encantaba buscar a sus víctimas en ellos, como hizo con su hermana y con el mismo hacia ya tantos años, pero lo que él no sabía es que este sería el último.
Si, entre la multitud y el ruido de la música, entre la alegría fullera y todos casi borrachos sólo sería una sombra más, entre los bailes y los empujones, sería la muerte, precisamente ese iba ser su disfraz, la muerte que dejaría caer su guadaña afilada sobre aquel bastado, el Manolo sería pronto un cadáver podrido y el lo miraria a los ojos en la hora de su muerte, con la guadaña atravesandolo sin que nadie más se diera cuenta y en ese momento le diría.
-¿ Me recuerdas Manolo?, Soy Julián Contreras el “Juli”, yo si te recuerdo, y también lo que hiciste con mi hermana, y ahora te estás muriendo porque yo te estoy matando ¡Pudrete en el infierno Cabron!

Fran Rubio Varela ©Enero 2019.