Llegué a casa justo cuando mi gata estaba en pleno parto. Ya habían nacido seis preciosos cachorrillos atigrados como ella, pero parecía que el séptimo se le atravesaba.
Me puse unos guantes dispuesta a ayudarle cuando, de pronto salió disparada a mis manos una bebé negrita, de unos dos kilos, completamente formada.
_ ¿Me estás diciendo qué tu gata ha parido una niña?
_ Tampoco yo daba crédito
_ ¡Venga ya!
Me froté los ojos con las mangas y la revisé bien antes de dejarla con el resto de la camada. He venido a ti porque no sé qué hacer.
_ Jajaj jajá ¡Qué hoy no es el día de los inocentes
Contestó la amiga veterinaria.
Por favor, ven y compruébalo tú misma. Petra agarró con fuerza la muñeca de su amiga y se lanzó a correr la manzana que le separaba de su casa.
_ ¡Estás loca!_ Corría para evitar ser arrastrada. Su amiga sólo la soltó al llegar a su puerta para sacar la llave. Entraron aún jadeando hasta el salón, tan deprisa, que la mamá gata se asustó alzando su lomo con los pelos de punta, desafiante. Casi todos los cachorrillos dormían, pero la bebé se incorporó imitando a su madre y erizando los pelos que tenía en su cabecita.
_ ¿Te lo crees ahora?
_ ¡Es una bruja! Tienes que librarte de ella antes de que crezca. Gritó la veterinaria, señalando con el dedo a la niña. De pronto, madre e hija se lanzaron a la cara y yugular de la asustada mujer. En la trayectoria, la bebé se convirtió en una auténtica gata. Muy grande para ser recién nacida. Petra se desmayó.
Horas después, Petra se despertó ante las penetrantes miradas felinas; como hipnotizada, se dirigió a la más pequeña.
_Te llamaré Ágata.
Y como con un mandato superior, arrastró de los pies el cadáver que tenía al lado , siguiendo a las dos gatas y lo enterró en un hoyo ya hecho ,que se encontró en el jardín. Junto a una mandrágora vieja.