Un puerto de mar, una mañana soleada, barcos que descansan de sus viajes a la espera de nuevas aventuras. Una cafetería, dos cafés, buenas vistas desde la terraza. Estelas brillantes en el agua, esplendor azul e inmenso cielo. La miré, me miró, ella engrandecía el momento con la luz de sus ojos. Cerré los ojos un instante, mi alma palpó la felicidad, un deseo al viento… ¡Tiempo detente!… Y una brisa salada acarició mi corazón mientras una gaviota con su canción me consolaba por ese instante que nunca más volvería.