Me levanto todos los días pensando que ella vendrá.
Hoy es un día de esos.
Ya llevo varios años y días pensando que, de un momento a otro, ella llegará, tocará la puerta de mi casa se sentará en mi mesa y compartirá mi desayuno y luego descansará eterna y lívida sobre mi cama.
Pero hoy no aparecerá, lo sé cuándo ya he terminado de asear mi cuerpo, de concluir con el desayuno, de darle un pedazo de pan al perro y de salir a la calle, al trabajo.
Lo sé en ese camino salado por el aroma del mar, ahí donde comienza mi soledad.