Sé que lo soy, ese paréntesis en tu vida, ese suspiro aletargado que llega como brisa marina envolviendo las mañanas con un halo luminoso de paz y sosiego.
Sé que cuando los dos nos encontramos, tanto tú como yo estábamos sumidos en una encrucijada que nos absorbía y nos devoraba el día a día. En ese tedioso sin vivir que es a veces la propia vida. Y así sin más llegó ese inciso a nuestras vidas. Esas risas de nuevo desbloqueadas y que salían por sí solas, sin forzar nada. Y esa interrupción en nuestros asuntos propios se enlazó con nosotros mismos. Creando ese espacio temporal que nos hacía disfrutar de una conversación, de un sutil momento de miradas dibujadas en rostros. Esos mismos que de tanto sufrir se habían curtido con el pasar de los años. Y que ahora resplandecían de nuevo recuperando todo su esplendor. Pues si algo he de decir, de ti y de mí, es que somos ese paréntesis que volvió con fuerza. Aun pensando que para nosotros ya no podía existir el sentir de la piel erizar a un grácil contacto natural de dos cuerpos amándose.