El frío que le había invadido por años comenzó a desaparecer. Del entorno verde brumoso pasó, en pocos segundos, a un malva rosado y al naranja brillante.  De su boca surgió un grito agudo cuando  los pulmones recibieron el chorro de aire caliente. Tosió desesperadamente porque algo parecido a una babosa reptaba por su garganta impidiéndole la respiración. Al fin logró expulsar aquella masa sanguinolenta que resbaló por el cristal del cubículo contenedor. Entonces el oxígeno explotó en su cerebro y recuperó la vida. Había permanecido en hibernación durante ciento cincuenta años. En este momento comenzaba de nuevo su existencia.