― Volver a empezar. Que te crees que es fácil. Después de dos décadas en gris, de miles de noches en blanco y centenares de fines de semana negros. Te crees que es tan fácil decirlo y, sobre todo, hacerlo. Volver a empezar, me dice.
— Anda, hombre, déjalo si no quieres. Pero me hace raro: todos los tíos de tu edad estáis como locos por acostaros con una de veintipocos y tú, que lo has conseguido, no eres capaz de repetir el polvo. Anda, vístete. Ya volveremos otro día.