Salvador Navarro  o ” El Hombre que ya no soy”… he aquí, la cuestión.

Escritor y contador de historias, como su propio Blog indica. Finalista del XIX Premio de Novela Luis Berenguer con “No te supe perder”, novela llevada al cine que se presenta en los próximos días en el Festival Internacional de Kosovo, Ferfilm. Se trata de una producción andaluza, dirigida por Manuel Benito de Valle. Un trabajo que ha contado con la colaboración de numerosos amigos y seguidores de Salvador. Porque, él es de ese tipo de personas queridas, que valora y cuida la amistad y el amor, en alto grado.

El estilo de Salvador Navarro tiene sello propio. Los mundos que recrea en sus obras no pertenecen a lo irreal ni lo fantástico, son mundos para  poner los pies en el suelo. Se trata de  universos cotidianos que te invitan necesariamente a la reflexión.

El minucioso trabajo que lleva a cabo Salvador con sus novelas, no pasa desapercibido, a lo largo de su obra se trasluce ese buen hacer. Es un verdadero alquimista de personajes. Sorprende la facilidad con que nos hace entender su naturaleza, encontrar el orden y el sentido de sus vidas. El conjunto de su obra alcanza una iluminación perfecta, el modo en que controla los tiempos, la trama, el ritmo. Sus personajes pasan a ser arcanos mayores sobre el papel, consiguiendo así, que cada uno de ellos brille por derecho propio.

Sus obras publicadas hasta el momento son: El hombre que ya no soy (2017) Huyendo de mi (2015) No te supe perder(2010) Andrea no está loca (2008) Rosa.0 (2004) Eres lo único que tengo, niña (2003)

Actualmente, acaba de comenzar su novela número nueve, y lo hace con la ilusión intacta del soñador que se esfuerza por culminar sus proyectos.

Gracias, Salvador.

 

Podríamos empezar esta conversación hablando de ti, Salvador, contando a los lectores quién es el autor de EL HOMBRE QUE YA NO SOY.

Soy un vividor, en el amplio sentido de la palabra. Ávido por conocer, disfrutar y compartir. Sevillano del 67, de familia numerosa de clase media, felizmente emparejado desde hace quince años, estudié una ingeniería porque tuve la suerte de nacer inteligente y disciplinado. Gracias a mis estudios, y a la confianza que depositó en mí Renault hace 25 años, llevo una vida económicamente estable que me permite no tener argumentos para quejarme de nada en lo que a mí respecta. Más que escritor me gusta definirme como contador de historias. Lector incansable desde pequeño, disfruto la literatura como receptor tanto como analista; de las historias en sí y de las disecciones a las que las someto para tratar de encontrar la clave de la emoción en la novela. Entiendo la creación literaria como evasión y pongo en el centro de mis esfuerzos al lector. Si no llego a él, no soy nada.

¿Recuerdas cómo fueron tus comienzos como escritor? ¿Qué te hizo sentir la necesidad de escribir? ¿Podrías compartir con nosotros alguna anécdota relacionada con esa época?

Hay dos momentos fundamentales, el primero ocurrió en octavo de EGB. Nos pidieron escribir un relato para un concurso provincial patrocinado por Coca-Cola. Yo me lancé por una historia de terror… y gané. Fui pasando sucesivas etapas hasta quedar eliminado, pero se me abrió una puerta luminosa. El segundo lo relaciono con unos campeonatos de España de remo en Bañolas (Girona), con 15 o 16 años. En el equipo éramos muchos y yo el más esmirriado de todos. Hubo un momento en que el entrenador, ‘Anchoa’, que imponía mucho por su tono de voz y sus dimensiones físicas, me interrumpió en una conversación para decir delante de todos mis compañeros: ‘¡Pero qué facilidad tienes para contar historias y embobar a los demás!’.

Ya en el colegio, a pesar de decantarme por Ciencias, fui el único de este grupo que mantuvo la Literatura hasta COU, lo que obligaba al claustro a hacer encaje de bolillos para facilitarme ese derecho. Con 18 años murió mi madre y ése fue el pistoletazo de salida para comenzar a escribir como necesidad. Necesitaba comprender el mundo y no veía mejor forma que hacerlo delante de un papel.

¿Notas tu evolución como escritor, desde tus comienzos hasta llegar a este intrigante thriller que es EL HOMBRE QUE YA NO SOY? Y tus lectores y seguidores ¿crees que captan esa progresión?

Siempre que presento una novela la considero como la mejor, porque soy consciente de que mi capacidad de aprendizaje, de trabajo y de lectura me hace cada día un escritor más interesante.

El mejor piropo que me pueden echar mis lectores de siempre, los que me apoyaron cuando apenas yo comenzaba a escribir, es que ya se olvidan de mí al leerme. Que no me ven tras las historias, que he conseguido transcender a las novelas que construyo para darles vida propia sin que yo aparezca por ningún lado. Es síntoma de madurez.

Soy muy exigente conmigo mismo y acepto bien las críticas, algo fundamental para poder crecer, porque la novela perfecta no existe. Eso sí, creo en mí, se distinguir, calibrar, extraer de esos retornos de lectores, blogueros o críticos literarios todo aquello que me hace evolucionar en positivo. Tengo un camino trazado y no me puedo mover al son de cada reseña publicada.

Tus personajes están perfectamente dibujados. En apariencia todos ellos gozan de vidas normales, o no. Pero cuando pasan por el tamiz de tu imaginación adquieren infinidad de matices brillantes, de fuerza y pasión. ¿Qué tan complicado te resulta la creación del perfil de cada uno de ellos?

Es la parte de la creación que más me gusta, una suerte de divinidad que nos arrogamos los escritores para dar vida. Es tan complicado como apasionante. Cómo se expresan, qué manías tienen, por qué llegaron a ser lo que son, cuánto de vanidad o generosidad hay en sus comportamientos. Es un ejercicio sanísimo de exploración del alma humana, al que ayuda el estar despierto y en comunicación real con la sociedad. Vas tomando retales de aquí y de allá, reacciones que te marcan, escenas de película, broncas en el trabajo, confesiones amorosas, decepciones con los amigos. Tomas los ingredientes que necesitas, los bates y te van saliendo, si consigues la receta precisa, personajes perfectamente humanos, creíbles y autónomos, incluso independientes de ti como creador. Son muchas las veces en que ellos responden de una forma inesperada ante determinadas situaciones. Esos momentos mágicos en que yo me quedo de piedra al observar sus reacciones.

¿Cuál es el método o el proceso de trabajo de Salvador Navarro?¿Alguna manía o hábito al escribir?

Soy muy friki. Tomo la escritura como un juego. Al tener un trabajo muy acaparador y estresante como ingeniero, no podría vivir mi tiempo de escritor como una condena. Tengo que acudir a ese mundo de la creación para divertirme, aunque sea escribiendo historias crudas.

Es básico mi corcho. Simplemente el comprar las cartulinas, su olor, las chinchetas, recortar los símbolos que simbolizan los golpes de efecto, las tiras que representan las escalas de tiempo, las localizaciones, los colores de los personajes. Debo tener un dibujo físico y tangible de la historia, de forma que cuando la inspiración se bloquea la simple contemplación de mis esquemas me ayuda a encontrar salidas. Paso más tiempo estructurando que escribiendo. Más tiempo pensando que frente al ordenador. Cuando tengo las escenas claras soy muy rápido redactando.

Llama la atención tu soltura a la hora de manejar los diálogos, el modo en que juegas con la inquietud del lector por avanzar en la trama. La adicción que se consigue con tus capítulos cortos, los giros y la tensión presente a lo largo de toda la novela. EL HOMBRE QUE YA NO SOY se lee de un tirón. ¿Te sientes responsable del insomnio de todos tus lectores?

Gracias de antemano por las apreciaciones, me hacen muy feliz.

Sí, aunque he defendido que ‘El hombre que ya no soy’ es una novela para dormilones, porque los capítulos son cortos y te permiten leer un poco cada noche (soy lector noctámbulo) sin perder el hilo cuando la retomas, es cierto que busco con cierta maldad mantener la tensión. Es clave para mí la diversión del lector. Se lee, fundamentalmente, para escapar a otros mundos, para empatizar con otras vidas. No concibo la lectura como una penitencia en la que estemos cada dos por tres mirando cuánto le queda al libro. Es necesario enganchar, ponerte en la piel de quien se ha gastado un dinero en tu obra y va a ‘perder’ un tiempo determinado en entregarse a aquello que le quieres contar. Debo respetar a esa persona, me debo a ella. No es cuestión de hacer preciosismo para reivindicar lo bien que uno se maneja con la oratoria, sino hacer pasar al lector un rato lo más rico posible, darle su papel como intérprete, plantearle cuestiones que le afecten, sean éticas, vitales, eróticas… o incluso ponerles frente a situaciones que nunca se le plantearán en la vida que le hagan preguntarse, ¿qué haría yo?

¿Cuándo decides que una novela está lista para publicar?

Como buen ingeniero, trabajo con plazos. Como buen jugador, me pongo normas. No soy nada anárquico, lo que no quita que mis novelas a veces me lleven por territorios inesperados. Necesito ponerme metas, un número de palabras, una fecha de terminación. En vez de constreñir al relato, ayudan a crearlo, porque marcan un perímetro en el que no te puedes desparramar, ni divagar. Cuanto más definido esté el terreno de juego, más efectivo eres. En caso contrario una persona como yo, tan disciplinado y constante, me difuminaría. Sé que hay escritores que son todo lo contrario y son auténticos genios. Pero yo sé que no soy un genio, conozco mis limitaciones y por eso me establezco reglas para sacar lo mejor de mí.

Los escritores en ocasiones acuden a sus recuerdos para crear personajes y situaciones. ¿Que hay de Salvador Navarro en sus novelas? Es todo fruto de tu gran imaginación? o existen vivencias propias camufladas tras la máscara de tus personajes?

Para ser un buen escritor es fundamental, en mi opinión, ser un gran observador. No podemos interpretar todo en función de nuestras vísceras o las experiencias acumuladas, es importante ser empático, ponerse en la piel de los demás, saber escuchar y mirar con ojos inquietos el mundo. Como decía antes, no todo tiene que pasar a nuestro alrededor. Una inspiración puede ser una escena de una película de cine. Ayer noche, por ejemplo, vi una que me impactó en ‘Network’, un clásico de los años 70 con William Holden y Faye Dunaway. Esa escena va a salir de alguna manera en algunas de mis novelas. Hay veces que me releo y compruebo que he integrado momentos de libros de Patricia Highsmith… aunque sólo sea yo quien pueda descifrar esos códigos.

¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué? ¿Qué tipo de lecturas prefieres?

Tengo memoria de pez. Mezclo libros y recuerdos. He leído desde tan pequeño que no alcanzo a ver cuál sería esa primera historia sorprendente. Me impactó mucho en la adolescencia el ‘Momo’ de Michel Ende, o los libros de Delibes en el bachillerato. He sido muy de los clásicos franceses. Flauvert, Zola, Maupassant o de los rusos comandados por Dostoievski. Si hay una novela que me impactó fue ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann. Carmen Martín Gaite es otra autora de cabecera, o Muñoz Molina, o Rosa Montero, o Millás… Hasta que sucumbí a la literatura norteamericana de finales del XX. La propia Highsmith, Irving, Auster, Roth… ¿Qué lectura prefiero? La buena, la que hace pensar y te consigue llevar al éxtasis en algún momento. Esos momentos en que tienes que cerrar el libro, tirarte en el sofá y decir… ¡qué maravilla!

¿Te preocupa lo que pensarán tus seres queridos de las historias rocambolescas que puedes parir en tus momentos de locura creativa?

Al principio, de joven, sí. Es un proceso normal. Entiendes que ellos querrán ver en cada personaje algo de ti y te preocupa que se puedan asustar por lo que cuentes. Afortunadamente cada vez me ven más como el escritor que soy, entienden que la ficción es eso, ficción, y se sienten realmente orgullosos de mí. Así lo siento.

¿Tienes algún truco para burlar el mal de la página en blanco?

Los juegos de los que hablaba. Entender el proceso creativo como un juego, con mil artimañas, es la mejor forma de no sentir la presión de la página en blanco. Cuando llega un momento de incertidumbre o no sabes calibrar la importancia de tomar un sendero o el otro, vienen bien las cartulinas, las chinchetas y el corcho para comenzar a fantasear.

¿Crees en el amor y la amistad como única tabla de salvación del alma humana?

Leí de Severo Ochoa una frase contundente. ‘Me voy de aquí sin saber dónde he estado’. Es cierto, la vida es absurda en sentido estricto. No nos preguntaron para plantarnos aquí y estamos condenados a muerte sin remedio. Para sortear ese surrealismo en el que estamos insertos no hay nada mejor que fomentar un punto de locura y entender que enlazar con los demás es una forma muy inteligente de buscarle sentido a tu existencia. Cuando no encuentras respuestas a muchos interrogantes existe un método infalible: el amor. Amar en sentido amplio. Pensar en el otro. Querer.

¿Qué va a encontrar el lector que aún no te conoce, en tu obra en general y en tu última novela EL HOMBRE QUE YA NO SOY, en particular?

Encontrará novelas muy trabajadas, con el ser humano en el centro y un ritmo pensado para entretener. Narran conflictos universales aderezados con toques de novela negra. Son historias que requieren de la colaboración del lector, de quien busco su complicidad. No me gustan los lectores perezosos.

Me gustaría que nos confesaras algo, de todas las novelas que has escrito, cual es tu favorita y porqué.

La que aún no tengo publicada. Estoy tan inmerso en ella, la estoy disfrutando tanto que no tengo dudas de que me dará muchas alegrías. Se trata de una trama compleja en la que nada es lo que parece y en cuya base se encuentra, precisamente, el amor más desprendido. La última, siempre la mejor.

¿Qué es lo más frustante de tu trabajo? y ¿lo más gratificante?

Lo más frustrante es, sobre todo en los inicios, encontrar a alguien que confíe en ti. Yo conseguí dar el salto a partir de un premio literario del que quedé finalista. Todos pensamos que nuestra escritura es especial, que nuestras historias merecen ser publicadas, somos impacientes, egocéntricos… Lo más gratificante es el mensaje de un lector anónimo para contarte cómo ha vivido tu libro en sus manos.

¿Cómo afecta a tu obra la admiración que sientes por Auster o Murakami?

Auster es un autor de referencia para mí, por cómo consigue tejer una narrativa personalísima de personajes con un fondo profundamente inocente frente a una realidad salvaje e imprevisible. De Murakami admiro su atmósfera mágica, por mucho que a veces no termine de jugar limpio y cierre las novelas de formas poco ortodoxas. A él se lo permito todo.

Por favor, Salvador… Quisiera que nos cuentes cómo ha sido toda esa aventura de llevar al cine tu novela NO TE SUPE PERDER, me parece apasionante ver tu trabajo en la gran pantalla.

Ha sido, ¡está siendo!, toda una aventura. Hace ¡7 años! que empezamos a concebirla y hace apenas unos meses que tenemos el producto acabado. Cada fase ha sido alucinante. Me he sentido como un elefante en una cacharrería, pero siempre hemos salido adelante. Adaptar el guión, encontrar financiación, realizar el casting, buscar localizaciones, convencer a inversores (mil gracias a todos los que han contribuido), realizar el doblaje, montarla… Ahora toca empezar a moverla por festivales de cine, pero me siento muy orgulloso del producto final.

¿Qué tipo de música escuchas mientras trabajas? ¿Cuántas horas dedicas diariamente a la escritura?

Soy ecléctico a nivel musical. Cuando requiero la máxima concentración tengo de fondo bandas sonoras de películas como ‘In the mood for love’ o ‘Animales salvajes’. También me ayuda a concentrarme la música clásica. Mahler o Rachmaninof… Cuando estoy en momento ‘corcho’ busco una música más desenfadada. De mi época parisina, estuve tres años trabajando allí, me traje una buena pléyade de cantantes pop a los que sigo siendo muy fiel. La reina es, sin duda, Zazie.

A la escritura le dedico las horas que puedo, sin agobios. A mi favor tengo la constancia, pero no me martirizo. En el momento que sienta la creación literaria como una obligación empezaré a cogerle tirria. Y no quiero.

¿Te has sorprendido alguna vez al releer lo escrito de tiempo atrás, llegando a preguntarte incluso, cómo es posible que haya salido de ti?

¡Sí! Claro que sí. Y es muy sano. No hay por qué enrojecer. Ahora me veo desde otra perspectiva. ¡He aprendido tanto en estos años! No reniego para nada de lo escrito hasta ahora porque todo era parte de un proyecto personal que no hace sino avanzar.

Como viajero incansable, dime un lugar del mundo al que te gustaría escaparte y encerrarte a escribir.

Si es para encerrarme a escribir elegiría un sitio lluvioso y triste, porque en caso contrario estaría todo el día en la calle. Por ejemplo la isla de ‘El escritor’, la película de Polanski.

Soy muy callejero. Cuando viajo… viajo. Es el momento para empaparse de vivencias, conocer gentes, disfrutar de la gastronomía, de los paisajes, de cómo camina el personal, de cómo se habla, de cómo se apoyan en la barra del bar.

Este verano me voy a Japón, y no veo el momento de coger el avión.

Háblanos de tu siguiente proyecto. ¿Con qué nos vas a sorprender en esta ocasión?

Vaya, algo he avanzado antes. Se trata de una narración metaliteraria con dos líneas principales. Una, en primera persona, del narrador, un joven muy apuesto, un bala perdida, redactor de una revista de ultraizquierda, que se ve envuelto sin buscarlo en una aventura al límite, y la narra en directo, y otra línea argumental, en tercera persona, donde ese mismo tipo escribe acerca de aquello que está en el origen de lo que le está ocurriendo conforme lo va comprendiendo, al entender que tiene fuerza literaria como para justificar una novela. ¿Y qué es lo que le está sucediendo? Pues que una mujer madura con quien ha comenzado una historia de una gran carga sexual le ofrece cinco mil euros mensuales por hacerse amigo, sin prisas ni plazos, de un empresario treintañero, con la única condición de que no pregunte por qué.

Analiza los límites éticos que todos, antes o después, sobrepasamos, la fuerza de la atracción sexual bruta o el mundo de la creación literaria. Y como sustento de todo esto, el amor sin condiciones.

Gracias por la lectura, no olvides dejarle tu comentario a Salvador, para un escritor siempre es importante conocer la opinión del público.