Se subastan por 300.000 euros las cartas de Éluard a su primera esposa, que luego se casaría con Salvador Dalí. El libro ‘La intrusa’ de Monica Zgustova reivindica su figura

Una joven rusa espera el tren en la estación de Davos en el invierno de 1912, el mismo año en que Thomas Mann empezó a escribir La montaña mágica. Como en su novela, la joven va a un sanatorio de los Alpes para curar su tuberculosis. En su maleta lleva a Tolstoi y Dostoievski. En la soledad de ese hotel de lujo, conoce a un francés alto y rubio que se pasa el día leyendo y escribiendo poemas. Él tiene 17 años y se llama Paul, ella 18 y toda su familia la llama Gala. Durante un año fueron dos adolescentes inseparables en ese sanatorio suizo y él le dedicó sus primeros versos. Versos que después se convertirían en apasionadas cartas desde el frente y que durarían toda su vida.

El próximo 19 de junio, la casa Drouot de París subasta las cartas de Paul a Gala por un precio de salida de 300.000 euros. Se trata de 266 misivas y postales escritas desde 1924 hasta 1948. Empiezan en un año trágico para Paul: se casó con Gala en 1917 (con apenas 22 años ella cruzó una Europa en guerra para reunirse con él) y ya habían tenido a su hija Cécile, pero desde 1922 vivían en un extraño ménage à trois con Max Ernst -uno de los mejores amigos de Paul y amante de Gala- así que en 1924 Paul se marchó a dar la vuelta al mundo para olvidar a Gala. No pudo.

La historia de amor entre Gala y Paul suele aparecer como nota a pie de página, pero la escritora Monika Zgustova la recupera en La intrusa. Retrato íntimo de Gala Dalí (Galaxia Gutenberg),un delicioso ensayo novelesco que empieza con el capítulo de La montaña mágica en el sanatorio de Davos. «Gala ha sido víctima de un machismo que no puede soportar su libertad. Siempre se la ha visto como la mala de la película, sobre todo en España. En otros países su imagen es diferente, la de una mujer fuerte», lamenta Zgustova, que ha querido centrarse en la Gala antes de Dalí para construir al personaje desde sus orígenes, con todas sus contradicciones. El 6 de julio, el Museo Nacional de Arte de Cataluña también resucitará a Gala con la exposición Una habitación propia en Púbol. ¿A qué se debe ese boom sobre Gala? «Ella era un enigma. Y sigue existiendo un desconocimiento absoluto hacia su persona», apunta Zgustova, que en su libro revela muchos misterios sobre Gala (como su ambigua relación con su hermano mayor Vadka).

Volvamos a 1924, cuando Paul desaparece con un escueto telegrama: «No puedo más, me voy de viaje». Hacía meses que compartía su palacete a las afueras de París (y a Gala) con Max Ernst. «Hoy esa situación sería un escándalo. En los años 20, estaban más abiertos que ahora. Nuestra ética y valores se basan en las películas y series americanas, que son moralistas y puritanas. Antes de Hollywood los europeos eran más libres», defiende Zgustova. Paul volvió (de hecho, Gala y Max fueron a buscarle a Saigón) y el trío se disolvió.

Pero el matrimonio no duraría mucho más. En 1927, el grupo de surrealistas pasó unas vacaciones en la Costa Brava, un paraje agreste y bello, pero miserable para los parisinos. Gala tenía 35 años y Dalí sólo 25. Meses después, ella cambió el confort de su villa parisina por una barraca de pescadores en Portlligat, sin electricidad ni agua. Dalí sería la pasión de su vida, el hombre que acabaría regalándole un castillo.

Paul volvió a casarse dos veces más, pero Gala fue su gran amor y continuó enviándole apasionadas (y sensuales) cartas: «Gala, mi hermana, mi amiga, mi amante (…) Vuelve. Ven, sólo te amo a ti, sólo te deseo a ti, sólo te comprendo a ti». En el papel hay una «salpicadura importante», hace notar Drouot. ¿Una lágrima de Paul?