Sabían que mucho tiempo después de haber creado la luz para ahuyentar la oscuridad de las noches, los humanos los habían diseñado a su imagen y semejanza. Tal vez para probar su capacidad o para mejorar su vida.
Los primeros fueron condenados a los depósitos de chatarra, cementerios en los que se celebra anualmente la fiesta mundial del origen. Cada uno se acerca y deposita una tuerca o un tornillo. Ellos no suman años de vida, sino que restan las piezas que pierden y saben que sus días están contados.
Los seres humanos, al igual que los dioses del Olimpo, tenían sus defectos y acabaron por aniquilarse.
Ahora la Tierra les pertenece a sus mejores creaciones, los robots.

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