Mirarte y perderme y resbalarme,
embelesarme con el roce de tus labios dulces.
Mirarte y sostener tu diminuta mano
y sostener el tiempo enredado en el instante,
en el instante eterno de tus ojos
que saben buscarme en el silencio.
Sentirte más cerca que mi propia carne
y no advertir espacio nulo entre las almas.
Caer en medio de una falsa nada
por culpa de un todo inigualable,
un todo que se escurre y me invade
y me inflama y me gana.
Mirarte y predecir el tibio encuentro
de tu boca ansiosa y mi boca amplia,
saber que tu aliento delicioso
será mío y nada más que mío
y que mi aliento penetrará tu esencia
hasta dejarte exhausta.
Sumergirme en el cálido contacto
de espuma tibia y delicioso aroma,
acomodarme intacto entre tus brazos
mientras asoma el mundo entre tus pechos.
Jugar a ser esclavo y a ser dueño
del reino indiscutible que nos une;
mirarte y hundirme en tus sueños
y sentir que el tiempo, aunque nos toque,
no nos dobla con su alarde;
saber que aunque afuera el mundo arde
estamos tú y yo para querernos.