Agenda de los naufragios,
Diario insurrecto y blasfemo,
préstame tu anhelo insondable de libertad
para sepultar el olvido de una vez por todas.
Y cierra tus puertas al sinsentido
que se adueñó de los sueños,
con su prédica vagabunda.
Bitácora del desamparo
conjura proverbial de un tiempo sin latidos
oscuro y enfermo de soledades,
doliente como el desgarro
que suele olvidar lo fecundo de la palabra encinta.
Esa convocatoria de esperanzas y deseos callados
que se inflaman con solo saberte.
Huésped de la luz crepuscular,
que irradia con la alevosía de tu piel
un cielo de por sí, cuajado de rojos
que le roba sus color al fuego;
paleta de colores irrepetible,
que se suceden cada tarde
cuando el ocaso se cae de vértigo,
incrédulo de sus prodigios.
Milagro preciso en la puesta del sol y el celo.
Orgullo de los dioses del cielo
que nos tocó en suerte,
para que la memoria perviva al olvido.
Y la palabra encinta siga pariendo versos.

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