A mediodía…

Un día de calor, de esos días que el ambiente está enrabietado, cuerpos sudorosos por doquier, chiringuitos atestados y playas cubiertas de pararrayos.

Vapor que emana de la tierra, arena que arde como el infierno, sin una pizca de aire que alivie mi sufrimiento.

Aburrido, agotado y con la mañana arruinada por el calor, el sudor, la playa atestada y el agua hirviendo, me decido a tomar un tequila antes de comer, un aperitivo en mi chiringuito favorito.

Codazos, empujones y gritos. Como la barra de una discoteca cuando alguien grita “barra libre”.

Después de la guerra mantenida con los vecinos de la barra por un simple tequila, salgo de la playa, entro en la piscina, aún más empapado en sudor y con más prisa por darme un chapuzón y una ducha fría.

Subía los dos tramos de escaleras que conducen a mi apartamento totalmente exhausto, chorreando una mezcla de agua y sudor, un aroma indiscreto que iba dejando a mi paso, un olor varonil, invitación a alguna joven entusiasta.

Entré en mi apartamento, con la necesidad de una ducha fría que me despejara el calor del cuerpo y el atolondramiento de la cabeza. Deseaba quitarme ese picor a sal marina y tumbarme en la cama, sin pensar, sin otra cosa en la cabeza que nada.

Enfilado, directo al baño, sin mayor pausa que la de ir dejando todo tirado a mi paso, y el tiempo de quitarme el bañador y junto con las chancletas dejarla en el lugar exacto donde no debería dejarlo… Pero tenía prisa y no tenía tiempo de discutir con mi perna la potencia del lanzamiento.

Entré en la habitación, tanteando con las manos, buscando el botón de la luz, la claridad del día me había cegado, a oscuras cuerpo y mente, ambos de acuerdo por una vez en todo el verano…

Me quedé mudo, sin habla.

Frotándome lo ojos, como si fuera a cambiar algo de lo que estaba viendo, de lo que estaba ocurriendo en mi cama, delante de mi cara, en este preciso instante.

Allí estaban, ellas…

La chica morena de la urbanización y su mejor amiga. Desnudas, como Dios las trajo al mundo, entrelazados sus cuerpos desnudos, mirándome como pidiendo disculpas o rogando que me tumbara, en ese momento mi mente no focalizaba, ni articulaba mi boca nada que no fuera aliento.

O me había confundido de casa, o estaba soñando, o… Estas cosas no pasan, no te toca la lotería, no ganas en el casino, ni …

Dos veinteañeras en pelota picada, tumbadas en mi cama, mirándome fijamente, y ambas calladas.

No sería por vergüenza, ni estarían escandalizadas, en todo caso, debería ser yo el que estuviera… Flipaba…

Las había visto por la piscina y por la playa. Pero lo que ahora veía en nada se parecía

a lo que imaginara.

Desnudas, acariciándose mutuamente mientras me miraban, mientras observaban como me iba empalmando poco a poco, sin necesidad de imaginar, de soñar, de pensar… Solo miraba, y con eso bastaba.

Allí estaban, en mi cama, observando mi reacción mientras se masturbaban.

Sudorosas y húmedas, no sabría decir si por el calor del día o el de sus cuerpos desnudos sobre mi cama.

Emanaban un olor a sexo, creo que hacía tiempo que me esperaban, y por lo que veía e imaginaba, no habían estado paradas.

La cama estaba mojada, no era por el calor, ni la condensación de la habitación, simplemente era lo que imaginaba… Flujo vaginal y saliva, ambas debían haberse corrido sobre mi cama.

Sus ojos miraban llenos de deseo, de necesidad y de ganas de ser folladas. Nada de besos, preliminares, ni piropos, deseaban batalla. Solo embestidas salvajes, fuertes y descontroladas.

Seguían con las piernas abiertas mientras se tocaban, mientras esperaban que me decidiera y me abalanzara sobre ellas. Yo todavía estaba asimilando…

Sus bocas pedían guerra, sus piernas abiertas pedían caña, todo en sus cuerpos pedía, por pedir, pedía de todo menos que me quedara quieto. Querían, deseaban y necesitaban sexo.

La morena me atrajo hacia ella, cogiéndome la cabeza, me la metió entre sus piernas.

Casi ni respiraba…

Comencé a jugar con su terciopelo rasurado, mientras ella miraba a su amiga con una sonrisa pícara y unos ojos semiabiertos.

Dispuesta para ser degustada, preparada para una buena cabalgada. Mi lengua entraba y salía, sin dejar de moverla de un lado a otro cada vez con menos sosiego, con menos calma.

Una mano en su sexo mojado, frotándola… La otra, por detrás de su espalda. Apretando las nalgas duras y bien formadas, de una chica que se nota que hace ejercicio a diario con su amiga. En el gimnasio o en la cama, lo mismo daba.

Sobando sus nalgas, apretándolas con fuerza para que lo sintiera, para que gritara…

En ese momento de total éxtasis, me pidió ser penetrada.

Iba a ello, pero me detuvo de golpe, pensé que algo malo había hecho, que se arrepentía, que… Nada menos cierto, solo me dijo que lo que deseaba era que la penetrar con los dedos por ambos agujeros, mientras seguía degustando su monte.

Creo que quedo satisfecha, más por lo que su sonrisa decía que por lo que su cuerpo expresaba. Estaba parada, tirada, exhausta…

Yo, empalmado como estaba, necesitaba caña… En ese momento emergió su amiga, de la nada. Había estado quieta, sin decir palabra, observado la escena de la película.

En vivo, detrás de la penumbra, allí había visto en vivo y en directo lo que ella también deseaba… Ser penetrada.

Antes de eso, sin darme cuenta, acercó su boca a la mía. Sabía como su amiga. Sabía y emanaba olor a sexo. Habían estado practicando mientras esperaban…

Me tumbó de un empujón, sin pensar ni por un momento en su amiga.

Esta ya había tenido lo suyo, ahora le tocaba a ella.

La cogió con una mano, mientras la otra se apartaba el pelo que sobre su cara y mi mando caía, y la estorbaba. Se lo fue comiendo poco a poco, con suavidad paulatina, pero con ganas.

Poco más pude hacer, que dejarla hacer…

Extasiado por estas jóvenes veinteañeras, la caña que daban y las ganas de comer y ser comidas que tenían.

Di lo que pude, mientras aguanté.

Una vez acabada la segunda faena y bastante mermado, me fui al baño, una ducha fría y un reposo necesario, mientras ellas se quedaban en la cama y seguían jugando…

Una idea extraña comenzó a recorrerme el cuerpo, mientras más forma la daba, más me empalmaba, pensando… Tanto fue así, que salí de la ducha directo a dar todo lo que me quedaba y lo que me había renovado.

Ya no estaban, se habían evaporado. De la misma forma que habían entrado, se habían esfumado.

Me quede pensativo, demasiado ensimismado para poder recordar lo sucedido, pensar en lo que había pasado. Si había sido todo un sueño, o de verdad, había sucedido.

Necesitaba descansar, asumir y asimilar.

 

Cuando desperté, era totalmente de noche.

No estaba desnudo, como me había quedado, ni destapado… Tenía puesto los pantalones cortos de deporte y la persiana completamente bajada.

Eran las dos de la mañana, como pude ver en el reloj de la mesilla que estaba en la parte derecha de mi cama.

¿Todo había sido un sueño?… Tan real podía ser un sueño, que solo pensar en ello, ya me estaba…

No podía dar crédito a tan mala suerte. Ahora más que un sueño, se convertiría en una pesadilla. Tendría que apartar la mirada de ambas chicas cada vez que me las cruzara. Bajar la cabeza, y no pensar, sobre todo no sacar lo que me imaginaba.

 

Giré mi cuerpo hacia la izquierda de la cama, para dar la luz y poder ver algo de realidad…

Casi me quedo petrificado, al girar sobre mi cuerpo.

 

¡Allí estaban!

¡Ambas!… Con sus cuerpos desnudos y entrelazados.

Atónito como estaba, Salí de la habitación, cogí un cigarro y una cerveza y me senté en la terraza.

 

Ahora, toda la noche en vela y a esperar que alguna de ellas se despertase y me contara…

 

O.