“Desearía tener sexo con unicornios”

Desnuda en la cama,
mirabas el cielo raso luego que los orgasmos
crecieran multiplicándose
en dirección al techo.

“Me gustaría tener sexo con uno o varios unicornios”
– repetiste. Te pregunté si sería por el cuerno
y narraste la historia: una doncella
esperaba el unicornio a orillas del lago
y al tocar el belfo
la bestia perdía su poder. los cazadores
lo amarraban y colocaban coyundas
alrededor de su cuello.

“Yo iría a ver al unicornio prisionero
y le daría el consuelo de mi carne”

Me vestí despacio. Los celos
caracoleaban en un punto de mi vientre.
Mi débil consuelo
era el carácter imaginario de esas bestias.

Corrimos las cortinas
esa mañana de setiembre
y una manada de unicornios blancos y cetrinos
había llenado el parque. Al verlos
los saludaste con una risa leve,
te pusiste el vestido rojo, sin corpiño
y saliste descalza.

Desde la ventana
Te vi entre las bestias,
musitando a uno,
acariciando al otro.

Al atardecer los unicornios se marcharon
y te fuiste con ellos.

Esperaré mil años que regresen:
nube parda en el parque.
Quizá te hayas cansado de los tibios cuernos
y anheles mi carne,
mis caricias,
mi silencio
y el desayuno servido entre las sábanas
cuando la madrugada
trasmutaba hacia el sol.

Gocho Versolari