Esa barra de labios que guardas agotada
en el fondo revuelto de tu bolso barato;
esas medias oscuras que te pusiste un rato
y al rato te quitaste, dellas incomodada.
Esos zapatos duros que siempre en casa dejas,
el anillo horroroso que llevaste a la boda,
esas gafas oscuras que han pasado de moda,
pendientes que han perdido por siempre sus parejas;
esa pulsera fea cuyo color te espanta,
pero que guardas porque te regaló tu prima,
ese collar antiguo que tienes siempre encima
de la mesita y nunca rodea tu garganta.
Esa atroz camiseta que dice “no tocar”
y que una tarde sólo -y qué incómodamente-
ciñó tus senos altos de remate insolente
y que cualquier mañana sé que vas a tirar.
La falda que unos meses el monte delicioso
cubrió y conserva un algo de tu aroma secreto,
el perfume que ha tanto encuentras obsoleto,
el vestido que siempre te pareció espantoso…

Cualquier cosa que tengas, amiga, desechada,
dámela, que alimente mi decepción lasciva,
porque así en cierto modo yo te tendré adjetiva
ya que no sustantiva, Camila despiadada.