Mi amor, escucho decir…
Comienzan entonces mis gemidos y crecen cuando él me provoca acercándose a mi cuerpo. Su voz y su caliente aliento enloquecen mis sentidos.
Es ahora cuando el amor desborda mi desenfreno y lo transforma en una sinfonía de lamentos sensuales. Sus armoniosos dedos aciertan sin dudar, tocan allí, en el lugar exacto donde mi deseo crece.
No pienso, no razono, lo cubro entonces con mi cuerpo, lo someto a ser presa de mi cacería placentera, él solo pide amor, pero yo lo castigo.
Persigo como intrépida amazona el triunfo en la erótica pelea, ser la ganadora en el sentir me hace gozar. El privilegio del vencedor es para mí en la batalla sensual, alcanzar sin pudor la meta. Un primer orgasmo, causa y efecto del abandono decoroso de mi desvergüenza.
Así habiendo desbocado al macho que come ahora de mi mano, y que sumiso entonces ante el querer que le impongo, me amara así toda noche, obligándome a arder en mi propio fuego.

©Deli