Desperté y sobre mí tenía a Julio, cómo, le dije, me tapó la boca con la mano y sonrió. Continuó haciendo aquello que se le daba tan bien, se movía con ritmo. Su mano, la que le quedaba libre, se agarraba fuerte a mi hombro. De aquel modo se desplazaba sobre mi cuerpo. Me penetraba cada vez que apretaba, la lubricación facilitaba el acto, ya que parecía haber usado cualquier producto de esos que venden. Pero no, la única viscosidad que encontraba su pene en mi vagina, dentro y fuera, era mi flujo. Descubrió mi boca para cubrirla de nuevo con sus labios y su lengua jugaba con la mía, dándose mutuamente placer con el que se excitaban otras partes de mi cuerpo.
En uno de los cambios de posición, justo en el que él abraza mi cuerpo por detrás estimulando su miembro entre mis dos glúteos, intenté preguntarle el porqué al despertar estaba sobre mí. No me contestó, siguió sobre mi espalda, intentando que su erección no fuese a menos. Su aliento quemaba en mi cuello, mientras su brazo quedaba debajo de mis pechos sudados. Mis brazos seguían libres, por lo que aproveché y, fuese un sueño o no, estaba disfrutando mucho. Me metí el dedo corazón (sí, ese que te has mirado) en la boca, me lo chupé y llené de saliva, acariciando con él mi clítoris. Llegando al orgasmo en un instante, casi al tiempo en el que me sentí más húmeda, motivo que mi querido Julio, por su cráter emanó su lava en mi trasero.
Ya más relajados y con el cigarrillo de después, volví a preguntarle, mientras arreglaba su flequillo. Su contestación fue rápida…
Amor, quiero encontrarte siempre cuando despierte interpretando tu sueño como lo estabas haciendo. Acostada bocarriba, tus manos metidas en el pijama y jugando como tú sabes hacerlo.
De ese modo uno, en este caso el mío, no puede resistirse y aprovecha el momento para subirse sobre ti.
©Adelina GN