Despertó con el roce unos dedos húmedos cubiertos de miel sobre sus pies. Su piel de terciopelo se erizó. Con ojos ciegos buscó un cuerpo desnudo. Encontró dos. Un fuego impetuoso creció dentro suyo. Tembló. El borde del infierno se borró sobre su colchón. Rogó, gimió y corcoveó como un corcel brioso.
Su torre de bronce coronó su sueño con esos bilingües bebiendo gustosos.
Sin otro deseo por cumplir, durmió feliz.
Sueños húmedos

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