El hálito de la oscura penumbra.

La negra noche se cernió sobre el páramo, en aquel lugar no había ni una brizna de hierba con algo de vida y ni siquiera la luna hacía acto de presencia. Su caballo, tan negro como la oscuridad que ante él se mostraba, resudaba por el esfuerzo de la larga cabalgada; su bello animal se mostraba inusitadamente inquieto a pesar de estar acostumbrado a toda suerte de retos y  de haber participado en las mas cruentas batallas.
Se inclinó hacia su oreja y dándole una palmadita en el cuello le susurró al oído tratando de tranquilizarlo.
-Ánimo amigo…bien sabes que juntos no nos ha ido mal y por terrible que sea lo que quiera que sea que habite ahí delante, juntos y con ella podremos superarlo, y sólo estamos nosotros, así que no temas vamos a ello…-
El caballo pareció entenderlo y se tranquilizó; la voz de su dueño era la única amable que había conocido y surtió el efecto deseado.
Rasnbruc miró al páramo mientras su mano acariciaba aquel extraño colgante que pendía de su cuello, no podia tocarlo durante demasiado tiempo sin notar su calor abrasador, pero a la vez no podía dejar de acariciarlo cada cierto tiempo.
Rasnbruc era un tipo esbelto, sin llegar a corpulento pero extremadamente fibroso y toda dama que con él se había cruzado lo había deseado de inmediato. Acaparaba en su mirada un brillo y una autoridad fuera de lo común, que lo revestía de un magnetismo sin igual; en su cuerpo lucían muchas y profundas cicatrices y una cruzaba la mejilla izquierda hasta su mandíbula infiriendole un aire de dureza sin igual.El mes de octubre llegaba a su fin, y justo en la víspera del uno de Noviembre , la noche de las brujas decían, de los aquerrales y de los sacrificios de sangre, cuando la maldad intentaba adueñarse del polvo y la tierra, era el momento indicado y tras la muerta llanura existía un templo, con una puerta y todos los oráculos coincidían, esa noche se despertaría el horror que aniquilaria toda vida y solo él, el guerrero sin corazón podría pararlo, nadie mas.Espoleó a Danzando y lo puso al paso, en realidad el nombre completo de la bestia era Danzando con fuego, pero el caballero se había acostumbrado a Danzando a secas y junto a él se internó en la oscuridad; el camino era abrupto y pedregoso. No hubieran podido correr ni queriendo, y el aire silbaba como si fuera una hiena riéndose; quiso pensar que era el aire y no dejarse llevar por la imaginación que pudiera arrastrarlo al pánico. Él ya había conocido a la muerte y no la temía pero no podía permitirse volver a morir , no podia hacerlo ni por ella ni por el mandato, no por lo menos antes del tiempo que se le había regalado y tenía que estar ante la puerta en el momento justo, pero eso no sería nada facil, ya sentía como lo observaban, como lo medían, ya sentía su apestoso y frío olor ; Danzando también lo sentía , sólo el amor noble hacia su amo le impedía salir despavorido…

Rasnbruc detuvo a su montura irguiéndose sobre los estribos, escuchó atentamente, los silbidos habían cesado y un frio sepulcral se extendía a su alrededor.  Su vista apenas alcanzaba a discernir a algunos metros  a pesar de que su visión estaba entrenada para desentrañar la oscuridad, sabía que tenía que fiarse aún más de su fino oído.
-Amigo, creo que están muy cerca, las presiento, las huelo, estan ahí y nos acechan, estate dispuesto y cabalga con el corazón si es necesario.- le susurró a Danzando que cabeceó pareciendo entenderlo, mientras su diestra desenfundaba la formidable espada de hoja corta, afilada y dispuesta , un arma que conocía y manejaba como si fuera una parte de su propio cuerpo…
Un zumbido surgió raudo desde su lado izquierdo, en un principio pensó que sería un dardo por lo que se dejó caer hacía su derecha, interponiendo de manera automática la hoja de su espada contra aquello que fuera lo que se le venía encima, una sombra con unos ojos encendidos pasó volando justo donde momentos antes estaba su cabeza, mientras un estridente grito la acompañaba; su espada rasgó aquel cuerpo que volvió a desaparecer en la oscuridad , pero el grito de ataque de aquel ser se convirtió en un alarido agónico y en la hoja de su acero resbalaba un liquido espeso verdusco y apestoso. El silencio volvió a apoderarse nuevamente de todo el lugar, a excepción de un ligero extertor agonizante, encendió una de las tres antorchas que llevaba, ya no le importaba, fuera como fuera ya sabían que estaba alli, pero queria saber qué diantres era lo que lo había atacado y si había más de aquellas criaturas cerca de él…
A la luz de la antorcha pudo divisar un bulto en el suelo que debía  ser lo que lo había atacado, se acercó con prudencia , sin descabalgar, con los sentidos alerta; hasta donde alcanzaba la claridad no se veía nada más.
La criatura iba cubierta con una especie de túnica hecha jirones y se encontraba sobre un charco de la misma sustancia verde y maloliente que había manchado el filo de su acero, debía de ser su sangre. Decidió bajar de Danzando; sabía que tal vez no fuera una buena idea pero desde allí no podía ver bien a la criatura que estaba boca abajo y quería saber a qué se enfrentaba.
El asco le hizo torcer el gesto al darle la vuelta.
Le habían hablado de ellas pero jamás pensó que fueran realmente tan desagradables , con esa piel como de sapo y completamente deshidratada, enmarcando y señalando cada hueso; los ojos eran como pequeñas habichuelas hundidos en las cuencas del cráneo y el pelo caía como si fuera esparto chamuscado y grasiento; los dientes eran una suerte de colmillos medio podridos y desalineados, que aplastaban los labios aqui y allá.
Había dado muerte a su primera bruja. Pensó que había tenido suerte , su espada le habia sesgado la yugular dejándola medio decapitada. Le habían dicho que eran terriblemente rápidas y mortíferas , que con las uñas que parecían garras eran capaces de arrancar el corazón y su fuerza era descomunal; sin duda sus reflejos y la fortuna se habían aliado…Volvió a tomar el colgante en sus manos notando su vibrabación y calor.
Debía afanarse; si una de aquellas le había encontrado, es posible que hubieran más al acecho. Aunque ahora ya sabía cómo se movían y sobretodo cómo olían…
Danzando corría a galope tendido, Rasnbruc ya no le susurraba , lo azuzaba y espoleaba con vehemencia.
-¡¡Vamos amigo corre!!!! ¡¡se nos echan encima, vamos!!!–
La oscuridad seguía reinado pero tras de si había dos pares de ojos encendidos pisandole los talones, envolviendo todo con ese maldito olor putrefacto; corrían a ciegas confiando en la fortuna, pero ésta, desdichadamente, decidió abandonarlos.
Con un relincho de dolor Danzando se fue al suelo mandando a Rasnbruc por encima de su cabeza; el animal no pudo esquivar una quebrada del camino que se convirtió en una trampa mortal para él, de inmediato una de las brujas que los perseguían se abatió sobre la pobre bestia clavando sus garras y dientes sobre la sudada y fatigada piel. El animal con una de sus patas partidas poco podia hacer para defenderse de la abominable criatura que rasgaba su piel y lo desangraba bebiendo su sangre.

Por su parte Rasnbruc, aunque algo magullado, había ido a parar a una depresión del terreno que lo libró por los pelos del primer envite de la segunda bruja, que con su grito de hiena rabiosa , lamentó no haber alcanzado a su presa. Rasnbruc se aprestó a recibirla, ya empuñando su espada, para repeler la segunda embestida del infernal engendro que eran aquella alimaña, escuchó el zumbido y vio llegar la sombra encendida con aquellos ojos, su ágil cuerpo se movió para enfrentarla de frente con algo de ventaja que a malas penas logró.
Uno de sus mandobles hizo blanco en su enemigo, pero él también sintió escocer la piel de su hombro; sin duda, alguna de las garras de la bruja, le había alcanzado.
Danzando había dejado de relinchar; Rasnbruc no sabía llorar, pero si hubiera sabido, en ese momento hubiera llorado por su amigo. Una rabia desmedida subió por su pecho mientras se mantenía en guardia y presto.
La risa de hiena de las brujas se dejó sentir en el silencio. Rasnbruc sabía que estaba en una situación dificil y en mucha desventaja, también sabía que una de ellas estaba herida, pero no hasta qué punto y a él el hombro le escocia y dolía cada vez más, pero eso no era nuevo para el. De pronto una voz que arrastraba las eses rompió el silencio.
– De verdad creessss que vassss a poder con nosssotrasss- dijo una de las brujas
– ¿Hermana essste dessssgraciado esss al que esssperábamosss??? , no parece tan gran cossssa ni tan terrible como deciannnn-
– No te fiessss… acabó con Arsssadia, pero beberemosss sssu sssangreee y ssserá vengada–

Rasnbruc mientras hablaban se dedicó a medir la distancia que de ellas lo separaba; no estaban al alcance de su espada, pero no así de su daga voladora. Fijó su atención en una de las sombras y por donde brillaban los ojos ubicó donde estaría el pecho y el corazón de la bruja. Con un rápido movimiento su daga voló sesgando la noche y casi al unísono una de las brujas dio un alarido de dolor que a Rasnbruc le supo a gloria.
– ¡ Maldito !!!.- rugió la otra bruja, que de inmediato se abalanzó contra él.

Como pudo Rasnbruc se defendió de la vengativa bruja y durante unos instantes consiguió mantenerla a raya; su espada zigzagueaba eléctricamente tratando de alcanzar a su adversaria, pero ésta era realmente rápida. Sintió dos punzadas más en su cuerpo y el calor de su sangre se mezcló con el sudor de su piel, en un momento dado la espada voló de su mano, mientras recibía un tremendo golpe en su cara que lo hizo caer de espalda , ahora estaba a su merced, la bruja se aprestó para abalanzarse sobre él y asestarle el golpe fatal.
Rasnbruc cogió el colgante con su mano y cerro los ojos, sabiéndose perdido y entonces, algo ocurrió.
Del colgante se desprendió una brillante luz que lo iluminó todo y la bruja fue expulsada hacia atrás como si de una explosión se tratara; Rasnbruc perdió el sentido y su sangre se detuvo mientras la luz tomaba forma de mujer, que rápidamente alcanzó a la bruja atravesándola y convirtiéndola en una nube de ceniza. La luz en forma de mujer volvió a penetrar en el colgante, insuflándole nuevamente el aire a Rasnbruc en sus pulmones, y haciendo fluir también de nuevo su sangre…
La tibia luz del amanecer consiguió romper la férrea oscuridad que la noche vestía , aún así una bruma espesa subsistía retando al sol, y tan sólo unas horas separaban al mundo de una calamidad sin igual; tan sólo unas horas para el comienzo del aquelarre sagrado en el mausoleo, que se convertiría en puerta para la entrada del portador de la oscuridad perpetua.
Rasnbruc abrió los ojos, sentía un fuerte escozor donde había sido herido por las brujas, que pronto se convertirían en nuevas cicatrices y no sabía muy bien que había pasado, pero sí recordaba su cara mientras lo miraba, su dulce voz en su oído, que le hablaba con aquella música que era toda entera ella, la suave claridad casi transparente de su mirada, encerrada en aquellos ojos que mostraban los universos que él siempre había soñado… cada vez que perdía la vida era ella diciéndole al oído.

  • No te preocupes…yo seré tu corazón, yo seré el latido que nueva tu sangre y tu ser , yo seré tu respiración y tu protección, tú serás yo, aqui dónde yo no puedo…-.

Se incorporó aún dolorido, deslizó la vista en rededor suyo. A muy poca distancia de donde yacía tumbado habia un montón de cenizas como si algún fuego se hubiera consumido allí. La niebla comenzaba a levantar y unas decenas de metros más allá distinguió un cuerpo tirado en el suelo; al acercarse vio que se trataba de una de las brujas, con su daga voladora clavada hasta la empuñadura en el centro del pecho de la horrible criatura. Él había apuntado un poco más a la izquierda, tal vez no le había acertado en el corazón, pero el veneno con el que estaba impregnada la cuchilla, habia hecho sin duda el trabajo igualmente; la sangre verdusca resbalaba por la herida dejando patente ese hedor tan caracteristico. También lucía una herida en uno de los costados, sin duda ésta era la que había conseguido herir. Arrancó la daga del cuerpo inerte y limpiándola sobre la sucia ropa de la bruja,la guardó de nuevo en su funda y con un nudo en la garganta buscó a Danzando. Alli estaba, fiel hasta el último momento, mucho mas noble que cualquier hombre que hubiera conocido, alli estaba, con su sangre empapando la tierra sobre la que yacía. Le había acompañado en su viaje aún en contra de sus instintos, sacrificando su vida. Su piel estaba hecha jirones con incontables y profundos cortes que rasgaban sus venas, sus ojos habían sido extraidos junto a su lengua y el corazón arrancado. Se decía que las brujas comían ojos y corazón para tomar la naturaleza de sus víctimas y corromperlas. Él dudaba mucho que nadie ni nada pudiera corromper jamás a su amigo.
Se las apañó para hacer un hoyo lo suficientemente grande y le dio sepultura; no recordaba ninguna oración, asi que sin más dijo;
-¡¡Yo no te olvidaré amigo!!  Allá donde ahora estés espero que seas tanto como fuiste aquí –

Ajustándose la ropa y las cintas de sus armas se dispuso a la marcha.
Hacia el este, estaba cerca de aquel mausoleo convertido en templo de brujas…
Por lo que sabía las brujas no soportaban demasiado bien la claridad del dia, asi que previó que la marcha sería tranquila; aún así no debía demorarse, en aquel sitio la noche llegaba antes que en cualquier otro lugar y sería bueno alcanzar a tiempo y con luz el mausoleo y  poder prepararse, pues aún, a pesar de haberlo visto ya varias veces en sus sueños, podia repararle alguna sorpresa inesperada . Mientras caminaba por el pedregoso erial, su mente se retrotrajo hasta el momento de su muerte física , la primera de ellas, y de como su alma fue llevada bajo el gran árbol.
De su muerte física siempre quedaban las cicatrices en su cuerpo; en aquella primera ocasión se vio desbordado por media docena de enemigos. A algunos consiguió dar muerte, pero finalmente su número superior pudo con su resistencia. En la batalla y con la adrenalina a flor de piel no daba para sentir miedo; todo ocurría demasiado rápido y sí, sin duda, la destreza con el acero era un grado, pero lo que más jugaba a favor o en contra eran las probabilidades y la fortuna del momento.

Él hasta ese momento era un mercenario sin más ansia que el renombre y el botín , como otros tantos que también perecieron, y aquel día la fortuna le dio la espalda y las probabilidades menguaron a la par que sus enemigos aumentaron. Aún recordaba la sensación , el dolor y el calor de cada cuchillada que en su cuerpo se hundió. Supo en ese momento que jamás habría ninguna canción para sus gestas. Murió como hasta ese momento había vivido, rodeado de odio y sirviendo como un sumiso sirviente a su propósito oscuro. Qué paradójico todo, hasta ese momento él no había sido muy diferente de aquellas brujas a las que en la víspera había dado muerte, y de las que solo le separaba la apariencia; a bien seguro que si su vida hubiera seguido en el ahínco del odio, ni en la apariencia se hubiera diferenciado de ellas. Ahora bien sabía que en la muerte estaba la liberación y estaba la oportunidad de una redención hacia un propósito mucho mayor que el de solo respirar.
Recordó la luz del gran árbol, y su propia esencia desnuda por completo, la sensación de paz que le embargaba, una paz hasta ese momento desconocida para su conciencia. Fue como si su mente y conciencia se amplificara, como si un conocimiento eterno y ancestral viniera a él y desbocara una parte desconocida para él.

Y entonces ella apareció ante él con su voz y sus ojos de cristal de azul índigo y le hizo sentir lo desconocido; le mostró el amor y vio cuán pequeño se hacía ante él todo el odio del que se había alimentado en su pasada vida; cuán lastimeras y y fugaces habían sido sus razones hasta ese momento; comprendió el dolor y el daño, el retraso y el letargo que él había infringido y autoinfringido a sí mismo; comprendió una realidad oculta a los sentidos adormecidos. Ella le mostró la oscura penumbra que se extendería por el mundo, potenciando ese odio que él había experimentado y adorado y que tan bien conocía. Le mostró el aquelarre con que la penumbra sería liberada por aquellas criaturas que antaño no habían sido tan diferentes de él mismo, y que aún no habían sido bendecidas en el amor y la luz que ahora a él se le mostraba. Pero la muerte era un paso que andaba en una sola dirección, y solo la levedad de la luz podía invertir; ella le dio esa luz adheriéndola a él en forma de colgante, confiriéndole el espíritu de amor que ejercería de corazón y guía y revertiría los efectos de la muerte de su cuerpo.
Pero no sólo se le entregó ese gran don, también se le dio a Danzando que sería su compañero en aquella soledad que no podía nombrar.

Lo encontró en aquella granja destinado como animal de carga y labranza, ya que para otra cosa jamas nadie lo pudo utilizar. Cuando paso junto a él, el animal lo miró moviendo sus largas crines al aire y de inmediato surgió una conexion entre ellos. El dueño de la granja le dijo que era un animal enrevesado y loco, y solo con la cuerda y el látigo podía ser doblegado con gran esfuerzo, que a veces había pensado en utilizarlo como carne, pero su fuerza no tenía igual para el arado, así que eso lo había mantenido con vida. Pero cada vez era más salvaje y difícil. También le contó que el animal siendo potro estuvo a punto de arder víctima de un incendio en los establos, pero que en el último, momento antes de desplomarse la techumbre, consiguió salir indemne  haciendo cabriolas con sus aún tiernas patas, y desde ese momento pasó a llamarse Danzando con fuego…

Pero a Rasnbruc poco le importó todo aquello; aquel animal era especial y supo que lo esperaba a él. El granjero tuvo su dia de suerte ya que en pago por Danzando, le dio un anillo que valía mas que toda su granja entera.
-Señor, el caballo es suyo y una silla con él,- le dijo el granjero,- pero dudo que que le permita poner un solo pie sobre él- apostilló.
Rasnbruc se acercó a Danzando sin hacer mucho caso del granjero y el animal acercándose a su pecho rozó el colgante inclinando su cabeza, se dejó poner la montura con total mansedumbre y Rasnbruc se alejó del lugar sobre él, como si lo hubiera cabalgado desde siempre, ante el mayúsculo asombro del confundido granjero.
Desde aquel día habían recorrido medio mundo juntos, embarcándose en innumerables aventuras bajo el mandato de la luz que ahora iluminaba su pecho…Rasnbruc sospechaba que ya nada sería igual sin él , pero aún así debía de cumplir su cometido, tal vez su siguiente muerte los reencontrase bajo el gran árbol.

Allí estaba dibujándose en el horizonte, sobre el promontorio tal y como lo había visto en sus sueños.
El contorno del Mausoleo irradiaba una larga sombra, realmente era un edificio magnífico. Digna entrada de la puerta que en ningún modo debía de abrirse esa noche, y él era portador del instrumento que lo cerraría por siempre, o eso deseaba fervientemente. Pero alli estaria el hechicero, rodeado de sus brujas a las que ya conocía y sin duda lo esperaban. Su puño volvió a tomar el colgante para sentir su calor y tomar su fuerza; miedo no tenía , jamás lo había tenido, pero sÍ le atormentaba no lograr atravesar los muros del templo.  Sólo la carne podía entrar en ese templo y él era el envoltorio carnal. Una vez dentro tan solo tendría que desprender el colgante de su cuello y ella sería liberada y su cometido llegaría a su fin, en todo los sentidos. El sol no tardaría mucho más en ponerse tras el horizonte; era casi crucial llegar antes de que la luz lo abandonara. Apretó el paso y ya empezaba a oler su olor putrefacto. El acero de sus armas lo había impregnado de aquel veneno especial, que actuaría en las brujas en el acto. Pero ni siquiera sabía cuÁntas estarían esperándole.
Mientras hubiera luz no le podrían atracar, pero en cuanto cruzara el portal, sería un combate encarnizado. Ellas tratarían de detenerlo y él de entrar.

El sudor perlaba sus sienes y la cicatriz de su mejilla brillaba confiriéndole un aspecto mas salvaje si cabía; en sus manos sus dos espadas, y prontas para ser utilizadas sus dagas voladoras también emponzoñadas. Ante él la entrada y las sombras de aquel pasillo que apestaba a bruja, 20 metros de lucha, diría a vida o muerte…pero él ya estaba muerto y tan vivo como jamás lo hubiera estado.
Tomó aire y se lanzó con su grito de guerra. Dos brujas se cernieron contra él a izquierda y derecha, tratando de alcanzarlo con sus garras que eran como cuchillas deshuesadas y cortantes. Con un giro y dejándose caer sobre una de sus rodillas, libró el ataque, acuchillando el torso de una de ellas y cercenando con la otra espada la mano de la otra; el veneno actuó como un ácido que espumeaba con la sangre verdusca matándolas al instante.
Una y otra vez fue atacado. Él se defendía con una destreza sin igual, dando muerte una tras otra aunque; aquellas garras ya jalonaban de sangre también su pecho y sus brazos; los gritos de hiena se mezclaban con los suyos propios y en el pasillo se amontonaban los cuerpos tras de sí. No supo ni cómo lo consiguió ni cómo llegó, pero allí estaba de rodillas y sin apenas sangre en sus venas. Delante de él la gran cúpula y la sombra del hechicero en el centro, mirándolo con interés.

Su mano empuñó su colgante  por última vez,  más caliente que nunca, quemando su piel. Con un último esfuerzo tiró de él desprendiéndolo de su cuello; su corazón se paró, su respiración cesó y ella apareció en una explosión de luz que cerró los ojos del guerrero, esta vez para siempre. Su cometido había sido cumplido.
La eterna lucha entre la luz y la oscuridad se evidenció de forma terrible en aquella cúpula, pero él ya no la vio.

Rasnbruc ya no era Rasnbruc; jamás sería lo que antaño fue. Allí estaba consciente bajo el gran árbol.  No muy lejos de él un Danzando, especialmente bello, lo esperaba para cruzar a la gran sala blanca.

Fran Rubio Varela.Ⓒ Noviembre 2017. Derechos registrados.