Subía escaleras arriba, despacio y sin prisas, miraba las puertas que transcendian a sus pasos, todas dormían en el silencio de la noche, sin ni siquiera sospechar lo que se les estaba viniendo encima.
Él en su palidez estaba dispuesto a engullirlo todo, y no se inmutaría ni una pizca si tuviera que hacerlo.
Pronto estuvo frente a su destino.

La vieja y ajada puerta de roble no sería rival para él, por sus rendijas pasaría sobradamente sin atisbo de problema.
Con tranquilidad se pego a la vieja madera, impregnándose de su aroma a betún gastado, suavemente se fue colando por cada resquicio. Dentro, la habitación era amplia, con un suelo de encerado que trataba de mostrar un mosaico que alguna vez debió de ser bello y lleno de motivos, ornamentados de vivos colores, ahora solo era una sombra de un pasado gastado.
Las cortinas caían desde los marcos, tratando de ser elegantes, pero lo cierto es que ya estaban desilachadas y remendadas en todas sus costuras, por los vidrios de las ventanas se veía el brillo del neón de un cartel publicitario del edificio de enfrente, que con su intermitencia trataba dudosamente de atraer la atención de los transeúntes que por allí acertáran a pasar.
Tambien tenía la habitación un pequeño baño que aprovechaba un escaso rincón, donde se amontonaban un sin fin de enseres y productos de aseo.Y a un lado el pequeño camastro, con espacio para una sola persona…ÉL.

El ocupante del camastro era un viejo ya, un viejo poeta que había perdido sus sueños y sólo era feliz precisamente así, durmiendo y soñando con su vana ilusión.
Ahora, la suerte de todo el edificio dependería por entero de él, y de lo que decidiera hacer, o bien podía acompañarlo por propia decisión o bien a la fuerza en cuyo caso condenaría a muchos de los que ahora dormían tan plácidamente.

Poco a poco su cuerpo fue pasando de ser humo a tomar consistencia delante del viejo poeta, el humo se convirtió en un tipo enjuto alto y desgarbado, y como no podía ser de otro modo completamente de negro. Se puso frente a los pies del pobre viejo y empezó a manipular sus sueños penetrando en ellos, el viejo comenzó a moverse incomodo en su lecho y a sudar de manera evidente. El tipo enjuto y de negro torció el gesto mostrando una mueca que trataba de ser una media sonrisa…ya estaba dentro del poeta, dentro de su sueño, ahora estrujaria su mente hasta que lo acompañara o hacerlo despertar…

Augusto se debatía en su sueño, pero lo mas terrorífico es que sabía que no era un sueño. Esa cara salida del humo lo perseguía y él trataba de zafarse cayendo entre grandes precipicios que no tenían fin, pero en vez de estrellarse y hacerse papilla, el paisaje cambiaba de golpe y él los reconocía, eran sus propios poemas!! Pero en versión tenebrosa, como si toda la nostalgia y tristeza que había vertido en ellos se hubiera multiplicado hasta hacerlos irrespirables, de hecho tenía sensacion de axfisia.
Uno de los tentáculos del humo con cara alcanzo a rozarlo , un terror horroroso lo paralizó…de su garganta salio su voz en forma de grito.
-¡No!!!!-
Pero parecía que sonara a kilómetros de distancia, la cara enjuta pareció dudar, soltándolo de su tentáculo, y el volvío a poder moverse.

Y seguía corriendo, el ser, ( por llamarlo de alguna manera) se había puesto de golpe frente a él, ya no lo perseguía, pero ahora él simplemente no podía huir, su terror lo paralizaba por completo.
El ser dibujo en su rostro una mueca que quería parecer una media sonrisa, pero resultaba evidentemente y a todas luces una mueca cruel.
– No te resistas…ven conmigo…- le invito el ser, con una voz fría, pausada y arrastrada.
– ¡Nooo!!- grito con todas sus fuerzas.

De golpe su conciencia despertó del sueño.
Por un momento frente a él le pareció ver a un tipo vestido de negro con una mueca torcida, pero se desvaneció de inmediato. El humo que había en la habitación comenzó a secarle la garganta haciendolo toser con violencia, escucho gritos de pánico en las escaleras del viejo edificio y cristales rotos. Como bien pudo se acerco hasta la puerta de su habitacion. Apenas si lograba respirar entre la carraspera y la tosiguera de su garganta y los lagrimones que caían por sus ojos casi cegandolo.
Al abrir la puerta un calor inhumano lo golpeó hasta casi tirarlo al suelo, había llamas por todas partes y gente por los pasillos ardiendo, acertó a ver la sombra de una mujer arrojarse por la ventana mientras gritaba entre el espeso humo, sus pulmones no lograban coger oxigeno.
El viejo poeta cayó de rodillas, su respiración ya era casi un extertor, una oscuridad total lo abarcó todo y los sonidos se fueron alejando de sus oídos como una procesión silenciosa de semana santa…Todo se quedo oscuro y en silencio…

Fran Rubio Varela.© Septiembre 2018.