Tuvieron por herencia rotos muros,
escombros esparcidos por gobiernos
posesos del poder y sus avernos.
Llameantes estíos, inviernos duros,

tallaron con dolor sus hombros puros.
Sus manos laceradas por ponernos
en la mesa mañana, panes tiernos,
por tener a sus hijos bien seguros.

Vuelven hoy los políticos abyectos
a sembrar en sus canas el tormento,
a coser en sus hombros el destierro.

Caminan a morirse sin afectos,
dando a un silente cielo el aliento
que les cuida el camino hacia el entierro.