• Elena era profesora de literatura. Impartía clases a un reducido grupo de aspirantes a escritores de éxito. Lo hacía de forma gratuita. Disfrutaba leyendo las historias que la gente inventaba. Los recibía en clase con su amplia sonrisa. Un día se fijó en un texto romántico. Lo había firmado un tal “Love Forever” preguntó por su creador. Jaime levantó la mano. Casi todos eran nuevos. Jaime expandió su amplia sonrisa aunque se mostraba ansioso por que la profesora comentase su historia. Estaba sentado entre Rocío y Alberto. Pero Elena le entregó su relato en silencio. Pensó que quería colaborar con él. Se fijó en el color de sus ojos. Volvió a la mesa, se sentó. Ordenó a Roció repartir el resto de folios a sus autores. Dio por finalizada la clase. Les despidió diciendo que para el próximo encuentro quería algo más interesante. Les ordeno salir. Se quedó mirando la nuca de Jaime y antes de que cerrase la puerta tras él recorrió su figura desde la nuca a los pies. Está buenísimo –pensó- además de escribir de maravilla. Susurró para si misma.
    Jaime había dejado el instituto. Dejó embarazada a Beatriz, también. Una compañera de clase a la que después obligó a abortar. Una noche, al salir de un local de mala muerte donde bebió garrafón como bebida exótica, le dio una paliza al portero. Un “cachas de gym”. Con cada puñetazo gritaba en un idioma que Jaime no entendía. Sus padres se enfadaron tanto que lo obligaron a volver a estudiar. Jaime aceptó con la condición de que sólo asistiría a clases de literatura. Su padre, enfadado, aceptó con la esperanza de ver si algún día se le iban los nidos de pájaros que tenía metidos en la cabeza.
    El primer día en clase Jaime creía que nadie lo había visto. Ni la profesora. Pero él si se quedó con las caras de ellos. Especialmente la de ella. Elena era diez años mayor que él. Elena evitaba comentar las historias de Jaime para no incomodarle. Se dio cuenta de que él la excitaba con su forma de escribir. Se había enamorado. Lo amaba. Lo necesitaba en clase todos los días. Estaba dispuesta a ignorarlo con tal de no perderle.
    Jaime creyó morir el día que Elena le pidió quedarse un rato más después de clase para decirle… “Tu y yo vamos a crear un juego aprendiendo a escribir. Trabajaremos tu estilo de forma privada. Quiero abrir tu mente” La imaginación de Jaime se volcó en aquella frase. Derramaba pasión con cada pensamiento. Elena era su musa. Su modelo, su princesa. Le encantaba la web desafíosliterarios.com. Ella moría en silencio. Deshacerse en los brazos de Jaime era un delirio. Quería que le hiciera el amor no solo con palabras, como lo hacía en sus textos, necesitaba su cuerpo. Estaba dispuesta a sacrificar lo que hiciese falta. Quería gozar de Jaime. Quedaron para un encuentro íntimo. Llegaron a programar un viaje en tren. Viajarían juntos por las vías de la pasión. Se abrazarían eternamente, hasta caer rendidos. Elena y Jaime subirían en el vagón del amor. Pero aquella navidad, el tren no paró. Los abandonó en aquella estación.