Polvo que te cuelas en cada rincón
de mi hogar,
polvo de calle, polvoriento,
polvo volátil que te enamoras de
cualquier superficie.
Testarudo polvo, que siempre vuelves.
Aun hoy me río de mi misma,
persiguiéndote con una bayeta,
guerrera con plumero en mano,
luchando con el más sutil de mis
enemigos.
Ahora aprendida la lección,
que es mejor dejarte campar a tus anchas,
y dedicar mi tiempo a crear poemas,
que me llenan de satisfacción.
Polvo mágico, polvo eterno, casi dorado
por mi imaginación.