Inventamos las sombras aquel día en que descubrimos lo verdadero.
La mañana que nos despertamos, mirando al mundo y lo terreno
Cara a cara, a corazón abierto.
Miramos lo verdadero y temblamos,
Mirando lo verdadero marchitamos, añorando lo perfecto,
Aquello que nuestra raza conoció, lejos en el tiempo.

Inventamos sombras que acabaran en su objeto,
Sin reflejarlo, deseando desde las entrañas que nos fuera ajeno,
mas no lo era y, persiguiendo tercamente lo perfecto, sin doblegarlos ante la realidad
De la verdad, de lo terreno, inventamos sombras
Que diesen forma a nuestros sueños.

Tomamos una realidad tras otra, la tergiversamos y el dibujo tenebroso
Que proyectamos sobre el suelo era casi, casi perfecto.
Tejimos con los hilos de los sueños y las cuerdas del deseo,
con las manos de la fantasía y el ardor del hambre
del alma muy adentro.
Inventamos sombras- placebo
para bailar con ellas,
sin querer levantar el velo que cubre sus rostros,
porque no son tan bellos
y sabiéndolo, no nos conformamos con menos.

Las sombras son engañosas ¡pero son tan bellas!
Bailamos con ellas. Todo está bien,
Mientras regrese Cenicienta
a su hora puntual, porque implacablemente
todo, todo vuelve a la realidad.