Necesitaba un paréntesis en mi vida, lo necesitaba con urgencia. Un gramo más de sufrimiento emocional, sobre mi espalda, hubiera supuesto una catástrofe. Caer en la locura.

El caprichoso destino, que te quita y te da con la misma vehemencia, hizo que te cruzaras en mi camino, más bien que cruzaras un puente. No un puente cualquiera; para mí ya nunca será “un puente cualquiera”. Estabas cruzando el puente que separaba tu vida y la mía.

Cuando mi vida acabe y pongan el signo de cerrar paréntesis, lo último que quiero ver es tu cara. Acariciar las arrugas de tu cara. Saber que la vida me permitió envejecer junto a ti.

Sí, necesitaba un paréntesis y la vida me regaló un ángel.