Este dolor tan fuerte…
Abovedado daño en el alma mía.
Un taciturno canto de mi suerte
halla breve armonía.
Triste como el afán que me tortura,
con sonidos oscuros de la muerte
Desbordando en mi pecho, la amargura.

La noche resignada
Veda del viento lúgubre y se agota.
Se escucha en el espanto, como airada,
y la desdicha azota
a la ilusión por bien acariciada.
Confunde todo llanto que fecunda,
y la noche de sombra es tan profunda…

El verso que da vida
al llamado silencio que viniese
o la playa del río, bienvenida
la otra orilla sintiese:
tu presencia, de lumbre entre mis brazos,
deseada y por siempre consentida
como dones surgidos en retazos.

El tiempo se apodera
de aquellos sueños puros y fervientes.
Deja la retahíla, pareciera
como de fuego ardiente
con secretos no dichos, hendiduras
de oculta pesadilla o la quimera
dibujada en los ojos de amarguras.

Nada puede volver
ya fue el poniente el tiempo que me amabas
No. No creo en el nuevo amanecer…
por las tardes robadas.
Apenas un murmullo, un sollozo
que se tragó la noche por tener
tanta espina guardada en el esbozo.

Amalia Lateano
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