La playa estaba medio desierta ya que, todavía, no había comenzado  la jornada veraniega. El sol  calentaba suficiente como para tomarlo sin agobios y sin mirones, completamente desnuda como a mi me gusta hacerlo. Busqué un lugar cerca de las rocas no muy alejado del agua para escuchar el suave vaivén de las olas y extendiendo la toalla sobre la arena me tumbe boca arriba. Cerré  los ojos y me dispuse a disfrutar del momento.

—¡Hola!

Abrí un ojo de mala gana para ver quién me hacía sombra impidiendo que el astro rey dorase mi piel. Ante mi, plantado sobre dos columnas dóricas ligeramente separadas entre sí, luciendo en su cúspide triangular un maravilloso esplendor masculino se encontraba el cuerpo que me ocultaba el sol. Después del “esplendor,” un vientre firme,  la tableta de chocolate y el torso griego de atleta, los labios carnosos se mostraban sensuales sobre el hoyuelo de la barbilla en una cara perfecta, donde los ojos ligeramente burlones de aquel pedazo de tío recorrían mi cuerpo sin perder ningún detalle de mi anatomía.

—Me quitas el sol….

Se movió hacia un lado, al mismo tiempo que la cúspide y los atributos de la misma también….

—¿Puedo..?

¿Para que preguntaba si ya se estaba tumbando a mi lado….?

El sol volvió a calentar mi piel. Me des-entendí de él y confié en que él se des-entendiese de mí,  no tenía ganas de conversación….

Pasaron unos minutos y sentí su primera caricia en los dedos de mis pies, primero en uno, después  en el otro…. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Siguió subiendo por los tobillos lentamente, hasta las pantorrillas; cuando me acarició las  piernas, un gemido escapo de mi garganta y sentí algo acuoso entre ellas. El  corazón me latía con fuerza dentro del pecho ante el suave avance húmedo de su caricia sobre mi pubis, deteniéndose por un  instante, encima del ombligo. Escuché su respiración agitada igual que la mía pero resistí la tentación de abrir los ojos. Mis pezones se erizaron cuando llegó a mis tetas.  Ya no podía esperar mucho más, estaba sobre mí y avanzaba, ávido, para acariciar mi cuello; alcé un poco la cabeza para mirarle…..

¡Ahora….! ¡Ahora es el momento…! pensé

—¡Ya no aguanto mas…!— grité clavando los pies y los brazos en la arena y levantándome de un salto….

—¡Espera, loca…¡Qué  haces ….!—dijo él jadeando— ¡No me dejes así….!Todavía nos falta….

—¡Sigue tú solo si quieres…, yo me cambio de sitio….! Por hoy ya me he mojado bastante.

El chico se levantó chorreando agua igual que yo. Nuestros cuerpos bronceados brillaron al sol.

—¡Eres una cobarde…!—dijo riendo….

Yo le miró de arriba abajo y descubrí algo que antes no había visto. Señalando hacia sus pies observé como enfadada…

—¡Y tú un hortera….! ¡Vaya calcetines que llevas, tío….!

Él miró hacia sus pies y contestó muy serio:

—¡Pues no me los quitaré hasta que consigas aguantar más tiempo sin levantarte…!

El agua ya nos llegaba hasta las rodillas y entre risas y arrumacos nos dirigimos hacia las rocas.

En aquel lugar la marea subía rápidamente y después de nuestro juego cotidiano de aguantar el mayor tiempo posible para que nos envolviese el agua por completo, nos encaminamos hacia un rincón que sólo nosotros conocíamos donde poder practicar otros pasatiempos más divertidos y placenteros en la playa semidesierta. ….

Photo by Cebolledo