Este año ha sido duro para muchos. También a mi puerta ha llamado la pobreza.

 

Esta Navidad es la más triste que he vivido. Me quedé sin trabajo porque redujeron plantilla. Yo, sólo era una más en la cadena de producción. A nadie le importó mi despedida. A mí sí, y a mis dos hijos adolescentes.  Nunca nos habíamos angustiado por la comida, techo, abrigo, luz, gas…

 

Llegó la pandemia y lo primero que hizo fue dejarme viuda, y una mísera paga de viudedad, pero que unida a mi trabajo, haciendo números, nos permitía vivir humildes y sin deudas.

 

Ahora, mientras os escribo, soy una familia más en la cola del hambre. Ni mis abuelos, ni padres, que pasaron guerra y post guerra, tuvieron que pedir ayuda. Además pronto nos cortarán la luz si no podemos pagar.  Me estoy preparando con mis polluelos para guerrear por la supervivencia.

 

Gracias a Dios y su ayuda, el nido es nuestro. Con mucho sacrificio, y renuncias lo conseguimos. Pero ahora, temiendo que venga el amigo de lo ajeno, el que no ha transpirado como nosotros, pero necesita un techo y se quede con el nuestro.

 

¿Qué haría si me quedara sin nada? ¡Dar una lección de vida y honestidad a mis hijos!  No dañando a otros, ni a mi propia conciencia, porque aún la tengo. Llamaría a mil puertas, pidiendo techo y comida a cambio de trabajo honrado. Si no funciona, me arriesgaría con mis cachorros a descubrir la naturaleza y encontrar una cueva.

 

-¡Perdonad! ¡Ya me toca!

 

-Doy gracias a Dios por mi carro lleno de alimentos, mientras cruzo el pequeño parque camino de casa.

 

¡Feliz Navidad a Todos!  Navidad es el nacimiento del regalo del Cielo, para todos los que quieren recibirlo.