Creo que ya llevo todo un año sin hablar del género “miser” y por tanto me he ganado el derecho a reincidir. Tenéis que comprender que me divierte hacerlo y que a algunas personas les interesa el tema.

Ya he dicho antes que llamo género “miser” al que está compuesto por obras romántico-carnales baratas, valga la redundancia, en las que los personajes y el narrador compiten siempre con lo del “todo mi ser”. Lo quería con todo su ser, la deseaba con todo mi ser”, y siempre con el ser por todos lados.

También os he puesto otros ejemplos de vocabulario especial “miser”. Un ejemplo claro eran los poros. El amor que destilaba por todos los “poros de su piel”, Quise memorizar con mis besos cada poro de tu piel… Estas frases hay quien las encuentra románticas, pero yo percibo una imagen algo sucia, me recuerdan los poros de los adolescentes y los problemas de acné juvenil.

Todos los tópicos son ridículos. y muchas veces no los son solamente por demasiado por repetidos, sino porque ya nacieron así. Pero de esto ya habíamos hablado.

Entre las palabras que, aplicadas en el género folletinesco y a la narrativa romantiquera contemporánea, me producen flato, trastornos intestinales y otras reacciones adversas no deseadas, valga la redundancia, así como prurito en algunas zonas del cuerpo, está la familia “embriagar”, “embriagada”, “embriagador” y derivados.

Sus susurros me embriagaban. El néctar de sus labios la embriagaba. El aroma de su cuerpo era embriagador, la música lenta y la visión de sus pupilas la estaban embriagando lentamente y no le quedaban fuerzas sino para sucumbir…

¡Dios!

Me faltan adjetivos para ilustrar lo que todo esto me transmite. Decir anticuado es ser muy discreto. Cursi es muy poco. ¿Laxante? Real, pero se queda corto. Estomagante es demasiado incompleto. Vomitivo. puede ser. ¿Rancio?

A ver: sé que alguna de mis lectoras-escribidoras ha empleado este término más de una vez y no es mi intención molestarlas. Se preguntarán con motivo: ¿Quién soy yo para condenar un término perfectamente ubicado en el diccionario de la Real Academia Española? ¿Acaso soy lector de ese tipo de novelámenes? ¿Cómo tengo la desfachatez de meterme con esa manera de escribir, con las cifras que se despachan en Amazon de libros plagados de joyas así?

Bueno… Sin problemas. Tú sigue usando todo mi ser, los poros y el embriagador. No pasa nada. Tienes todo el derecho. Yo te ayudaré. Por ejemplo: añade en el momento culminante a una protagonista femenina que, tapándose los pechos con una sábana, espeta a su amante, que se está anudando la corbata.

-¡Leandro, eres un canalla!

Y no olvides buscar una imagen así para la tapa del libro. No dudo de que tiene su público. Y tampoco de que puedes tener claro que tu público es ése exactamente, el que compra esos libros. Yo eso lo respeto mucho, porque escribir es para algunos afortunados y afortunadas un oficio. Eres consciente de tu oficio y lo estás haciendo a propósito y al terminar la oración estás pensando en el número de unidades que lograrás vender con este texto, teniendo en cuenta la marcha de los anteriores. Lo que yo digo no es para ti, perdona que te haya ultrajado, como a las protagonistas de tus novelas, que tienden a estar siempre ultrajaditas, oye. Lo que digo es para esos escritores y escritoras que no son realmente conscientes de lo que están perpetrando. Que están convencidas de que lo están haciendo estupendamente. Y que tienen capacidad para darse cuenta, reírse de sus propios textos e intentar no caer en todos esos rollos. A todos ellos, que son capaces de sonreír y de concederme la razón. Se puede hacer de otro modo.

A los otros, suerte con el género miser:

  • ¡Leandro, me has embriagado y has entrado en mi vida como un vendaval por todo “miser”! ¡Eres un bandido!

  • ¡Ah! ¡Y por todos los poros de mi piel!

¡Dios!

No, si la verdad es que es muy bonito…