Filomena te tenías que llamar.

Desde hace ya bastantes años, se decidió poner un nombre por orden alfabético a todas las tormentas, borrascas, huracanes y demás fenómenos meteorológicos, para poder distinguirlos. Cada vez intercalando uno femenino, con otro masculino. Será por lo de la paridad, digo yo. No lo he buscado, tampoco me quita el sueño.
Antes, se decía la gran nevada de enero en Barcelona y las inundaciones del Vallés en 1962. La riada en el camping de Biescas de 1996. El desbordamiento del río Guadalentín a su paso por Lorca en los años 1948 y 1973. Pero claro, no debía de haber tantas catástrofes como ahora, supongo que debido al cambio climático. Y ahora, los que lean esto unos asentirán y otros, los negacionistas, negaran con la cabeza, que os estoy viendo.
Entre los nombrecitos propios empleados y las palabras grandilocuentes que dicen ahora los meteorólogos, escuchas la información del tiempo con el corazón en la mano. Cuando las oyes empiezas a temblar, como lo de la ciclogénesis explosiva ¡Cielos! La primera vez te entra un yuyu… Piensas que va a acabar el mundo ¡ya! Hasta que averiguas que es una tormenta fuerte y nada más, vamos como siempre las ha habido.
Pero vayamos a la última, Filomena. El nombre se las trae. Con lo guasones que somos los españoles, sino fuera porque la cosa fue seria, nos hubiéramos reído ante el nombrecito. Y me he puesto a buscar su origen etimológico. Y ahora lo entiendo. Se lo pusieron porque ya estaba previsto, pero provocaron su mención y actuó. Acertaron completamente.
El origen del nombre es griego y ya sabemos que los griegos fueron grandes guerreros y libraron arduas batallas, ¿Qué iba hacer una borrasca con ese nombre? Pues hacerle honor.
Las mujeres que ostentan ese nombre suelen ser altivas, distinguidas y refinadas. Altiva fue… en cuanto anunciaron su llegada debió decir ¿me habéis mentado? Allá voy. En cuanto a su distinción y refinamiento, no me negareis el gusto que tuvo adornando la ciudad de Madrid… Ni el mejor paisajista hubiera hecho nada semejante. Sencillamente preciosa.
Aunque les gusta ser independientes y no se dejan guiar por los demás, valoran mucho lo que se pueda decir de ellas. ¡Pues anda que no se habló! Por unos días tomó todo el protagonismo, dejando un poco atrás la pesadilla del COVID.
El sentido de la organización es uno de sus talentos. Apasionada, extremista y sus cóleras pueden ser violentas. ¿Alguien se atreve a negarlo? Organizó cada copo hasta crear una postal. Nevó con pasión, de hecho, se pasó tres pueblos. ¿Estoy diciendo una tontería? Extremista… Lo fue. No había necesidad de tanto, con un o dos centímetros de nieve, hubiera sido suficiente. Los niños hubieran jugado igual, los adultos hubieran hecho bolas y se hubieran tirado por el suelo y todos tan contentos. Y anda que no desató cólera, no la de ella, sino la de todos los que aun avisados, hicieron caso omiso y salieron a la carretera.
Sino la hubieran nombrado, no tendrían que haber sacado las palas los habitantes de Madrid. Hasta algún político se puso a quitar nieve. Al día siguiente de ver esas imágenes en la tele, me fui a comprar una pala, ¿Cómo no se me había ocurrido tener una en toda mi vida? Pensé en lo previsora que es la gente y lo desastre que soy yo. Por cierto, también me agencié con un pico. Días después, viendo las imágenes de una ciudad congelada, me felicité por haberlo pensado en ese momento.
Las mujeres que ostentan ese nombre son activas y vitales ¡Ni que lo juren! No paran y no pueden estar sin hacer nada. Ya lo vimos…
Tienen mucha energía, les gusta tomar responsabilidades y asumirlas ¿Me lo dices o me lo cuentas?
Son mujeres con una gran voluntad y capacidad de superación. Fue evidente, se mantendrá durante siglos su memoria.
Les gusta tener una pareja a su lado y que sea además una relación seria. Ya lo vimos. Tras ella, persiguiéndola sin respiro llegó una ola de frío que dejó todo Madrid impracticable por el hielo y que dificultó la movilidad como nunca antes había pasado. Pero solo tenían palas, no como yo, que ahora tengo un pico… La gente resbalando por el hielo, rompiéndose la crisma, los servicios de traumatología llenos, con cientos de roturas, en fin, un desastre.
Encima, para más inri, de otros lugares de España tenías que oír ¡Oigan, que no solo ha nevado en Madrid! Y no, claro que no solo nevó allí. Pero no me negareis que la estampa fue preciosa y que era digna de ser vista una y otra vez. En otros sitios ya están acostumbrados. Lo mismo hubiera pasado, si en vez de la Capital hubiera sido Barcelona, Valencia, Sevilla o San Sebastián. El caso es quejarse por no tener en ese momento el protagonismo. Somos así, el país de las mil leches.
Así que, por favor, antes de ponerle un nombre a cualquier fenómeno meteorológico miren su significado. Busquen algo más dulce, menos agresivo, con personalidad si quieren, pero sin pasarse. Porque vaya tela con Filomena.

Cristina Gracia