Siempre tú…
Han caído tantos veranos desde entonces, que vagamente recuerdo en qué episodio te instalaste en mi vida para no irte jamás; a estas alturas, pienso que sólo el abismo de la muerte nos separará.
Esta certeza me hace caminar segura de que eres como el amanecer de cada día; nunca fallas. Ahí estás apostada con ojos de castaño envejecido esperando que la vida sorprenda esa sensibilidad macerada de dulzura y aderezada con la estabilidad que emanan tus poros.
Siempre tú…
Nuestros surcos de hiel y jazmín han enraizado juntos y, así, hemos visto germinar las semillas que plantamos en la niñez entre lágrimas y sonrisas, entre sueños y decepciones.
Hoy, cuando las canas pintan nuestras sienes, seguimos unidas en las mareas de esta vida que a veces vivimos a trompicones, pero siempre con las manos de la amistad entrelazadas.
Siempre tú…
Ya es hora de decirte, dedicarte mis letras torcidas… Eres un eco en mis tiempos desdoblados, la nobleza hecha en piel de mujer, la fidelidad del alba que, cuando crees que ya no amanecerá la luz en los pliegues de quienes te rodeamos, ahí estás tú… siempre tú, Aurora, mi amiga.